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Benito Perez Galdos - Fortunata y Jacinta - v1.0

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mesa. Al segundo día, <strong>Fortunata</strong> dijo a doña<br />

Lupe que se marchaba, lo que dio motivo a<br />

que la señora saliera por los pasillos gritando:<br />

"Por Dios, no me deis más jaquecas… ya<br />

no puedo más. Que cada cual haga lo que<br />

quiera". Pero a pesar de esto, la esposa no<br />

se marchó. Al tercer día, en medio de la reserva<br />

y huraño silencio que entre ambos<br />

cónyuges reinaba, empezó Maxi a soltar una<br />

que otra palabra; luego [233] ya no eran<br />

palabras, sino frases, y tras las cláusulas<br />

frías vinieron las tibias. Por fin se permitió<br />

algún concepto jovial. Al quinto día se sonreía<br />

mirando a su mujer. Al sexto, <strong>Fortunata</strong> le<br />

miraba con atención cortés cuando decía<br />

algo; al sétimo, Maxi opinaba como ella en<br />

toda discusión que en la mesa se trabase; al<br />

octavo le daba una palmadita en el hombro;<br />

al noveno la señora de Rubín se interesaba<br />

porque su marido se abrigase bien al salir, y<br />

al décimo estuvieron como un cuarto de hora<br />

secreteándose a solas en un rincón de la sala;<br />

al undécimo Maxi le apretó mucho la ma-

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