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Benito Perez Galdos - Fortunata y Jacinta - v1.0

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vieron lágrimas resbalando sobre el betún,<br />

llanto que al punto se volvía negro. "Te voy a<br />

matar, grandísimo pillo, ladrón…". Estos son<br />

los condenados charoles que usa la señá Nicanora.<br />

Pero, ¡re-Dios!, señá Nicanora, ¿para<br />

qué deja usté que las criaturas…?".<br />

Una de las mujeres que más alborotaban se<br />

aplacó al ver a las dos damas. Era la señora<br />

de Ido del Sagrario, que tenía en la cara<br />

sombrajos y manchurrones de aquel mismo<br />

betún de los caribes, y las manos enteramente<br />

negras. [304] Turbose un poco ante la<br />

visita: "Pasen las señoras… Me encuentran<br />

hecha una compasión".<br />

Guillermina y <strong>Jacinta</strong> entraron en la mansión<br />

de Ido, que se componía de una salita<br />

angosta y de dos alcobas interiores más<br />

oprimidas y lóbregas aún, las cuales daban el<br />

quién vive al que a ellas se asomaba. No<br />

faltaban allí la cómoda y la lámina del Cristo<br />

del Gran Poder, ni las fotografías descoloridas<br />

de individuos de la familia y de niños<br />

muertos. La cocina era un cubil frío donde

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