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Benito Perez Galdos - Fortunata y Jacinta - v1.0

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¿A ver cómo me pongo cuando me enfado?<br />

Así, así… ¡Ah, llaman!".<br />

El campanillazo de la puerta la obligó a dejar<br />

el tocador. Salió a abrir con la peineta en<br />

una mano y la toalla por los hombros. Era el<br />

redentor, que entró muy contento y le dijo<br />

que acabara de peinarse. Como faltaba tan<br />

poco, pronto quedó todo hecho. Maximiliano<br />

la elogió por su resolución de no tomar peinadoras.<br />

[100] ¿Por qué las mujeres no se<br />

han de peinar solas? La que no sabe que<br />

aprenda. Eso mismo decía <strong>Fortunata</strong>. El pobre<br />

chico no dejaba de expresar su admiración<br />

por el buen arreglo y economía de su<br />

futura, haciendo por sus propias manos la<br />

tarea que desempeñan mal esas bergantas<br />

ladronas que llaman criadas de servir. <strong>Fortunata</strong><br />

aseguraba que aquella costumbre suya<br />

no tenía mérito porque el trabajo le gustaba.<br />

"Eres una alhajita -le decía su amante con<br />

orgullo-. En cuanto a las peinadoras, todas<br />

son unas grandes alcahuetas, y en la casa<br />

donde entran no puede haber paz".

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