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Benito Perez Galdos - Fortunata y Jacinta - v1.0

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derecha, le descargase a la otra un martillazo<br />

en la frente; y después, con indecible rapidez<br />

y coraje, le echó ambas manos al moño<br />

y tiró con toda su fuerza. Los chillidos de<br />

Aurora se oían [338] desde la calle. Las dos<br />

señoras aquellas salieron a la escalera pidiendo<br />

socorro. Gracias que las oficialas sujetaron<br />

a la fiera en el momento en que clavaba<br />

sus garras en el pelo de la víctima, que<br />

si no, allí da cuenta de ella. Sujetada por<br />

tantas manos, <strong>Fortunata</strong> hizo esfuerzos por<br />

desasirse y seguir la gresca; pero al fin el<br />

número, que no el valor, venció su increíble<br />

pujanza. A una de las modistillas la tiró patas<br />

arriba de una manotada; a otra le puso un<br />

ojo como un tomate. Dando resoplidos, lívida<br />

y sudorosa, los ojos despidiendo llamas, <strong>Fortunata</strong><br />

continuaba con su lengua la trágica<br />

obra que sus manos no podían realizar. "Eso<br />

para que vuelvas, so tunanta, a meter tus<br />

dedos en el plato ajeno… Embustera, timadora,<br />

comedianta, que eres capaz de engañar<br />

al Verbo Divino. ¡Lástima de agua del bau-

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