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Benito Perez Galdos - Fortunata y Jacinta - v1.0

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con algunas cuchufletas bien poco ingeniosas.<br />

Llegaron por fin al convento. En la puerta<br />

había dos o tres mendigas viejas, que pidieron<br />

limosna, y a Maximiliano le faltó tiempo<br />

para dársela. Le amargaba extraordinariamente<br />

la boca, y su voz ahilada salía de la<br />

garganta con interrupciones y síncopas como<br />

la de un asmático. Su turbación le obligaba a<br />

refugiarse en los temas vulgares… "¡Vaya<br />

que son pesados estos pobres!… Parece que<br />

hay misa, porque se oye la campanilla de<br />

alzar… Es bonita la casa, y alegre, sí señor,<br />

alegre".<br />

Entraron en una sala que hay a la derecha,<br />

en el lado opuesto a la capilla. En dicha sala<br />

[239] recibían visitas las monjas, y las recogidas<br />

a quienes se permitía ver a su familia<br />

los jueves por la tarde, durante hora y media,<br />

en presencia de dos madres. Adornada<br />

con sencillez rayana en pobreza, la tal sala<br />

no tenía más que algunas estampas de santos<br />

y un cuadrote de San José, al óleo, que

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