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Benito Perez Galdos - Fortunata y Jacinta - v1.0

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amabilidad. Después observó que Ballester<br />

sacaba de un cajón un paquetito de medicamento<br />

y se lo daba al Sr. de Quevedo, diciéndole:<br />

"Lléveselo usted; lo he pulverizado<br />

yo mismo con el mayor esmero. La antiespasmódica<br />

la llevaré yo". El comadrón tomó<br />

el paquete y se fue.<br />

A poco entró doña Desdémona preguntando<br />

por su marido, y pudo observar el joven que<br />

Ballester le hizo señas, llamándole la atención<br />

sobre la presencia de Maxi, pues la señora<br />

empezó diciendo: "¿Ha ido otra vez a la<br />

Cava?". Aquello se arregló y doña Desdémona<br />

invitole a que la acompañase a su casa, lo<br />

que él hizo de bonísima gana, remolcándola<br />

del brazo por la escalera arriba. Conversando<br />

estuvieron largo rato, y la señora de Quevedo<br />

le enseñaba sus [253] jaulas de pájaros,<br />

canarias en cría, un jilguero que sacaba agua<br />

del pozo, y comía extrayendo el alpiste de<br />

una caja, con otras curiosidades ornitológicas<br />

de que tenía llena la casa. A la hora de comer<br />

entró Quevedo muy fatigado, diciendo:

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