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Benito Perez Galdos - Fortunata y Jacinta - v1.0

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ordenada, o si se quiere, más pudiente de<br />

aquella colmena. Vivía en una de las habitaciones<br />

mejores del primer patio y no tenía<br />

hijos propios, razón más para que <strong>Jacinta</strong><br />

simpatizase con ella. En cuanto se vieron se<br />

comprendieron. Severiana estimó en lo que<br />

valían las bondades de la dama para con la<br />

pequeña; hízola entrar en su casa, y le ofreció<br />

una silla de las que llaman de Viena,<br />

mueble que en aquellos tugurios pareciole a<br />

<strong>Jacinta</strong> el colmo de la opulencia.<br />

"¿Y mi ama doña Guillermina? -preguntó<br />

Severiana-. Ya sé que viene ahora todos los<br />

días. ¿Usted no me conoce? Mi madre fue<br />

planchadora en casa de los señores de Pacheco…<br />

allí nos criamos mi hermana Mauricia<br />

y yo".<br />

- He oído hablar de ustedes a Guillermina…<br />

[359]<br />

Severiana dejó el cesto de la compra, que<br />

bien repleto traía, arrojó mantón y pañuelo,<br />

y no pudo resistir un impulso de vanidad.<br />

Entre las habitantes de las casas domingue-

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