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Benito Perez Galdos - Fortunata y Jacinta - v1.0

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mundo; se había quedado de un color violado<br />

tirando a azul. A los diez minutos su fisonomía<br />

estaba tan variada, que si la ves no la<br />

conoces.<br />

"Pero Guillermina… ¡Qué mujer esa! -<br />

prosiguió la de Jáuregui, después de una<br />

triste pausa, poniendo los ojos en blanco-.<br />

¿Creerás que la amortajó con sus propias<br />

manos? No haría más si fuera su hija. Ella la<br />

lavó… ella la vistió… ella le puso el hábito… y<br />

tan tranquila. Yo habría querido ayudar; pero,<br />

francamente, no sirvo para esas cosas.<br />

Me parecía natural el ofrecerme. Bien sabía<br />

yo que la santa no había de ceder a nadie el<br />

llevar la batuta en aquella operación: lo ha<br />

tomado por oficio. Pero me ofrecí, me ofrecí.<br />

Hay que estar en todo y quedar siempre en<br />

buen lugar. Y créete que lo poco que hice<br />

tiene mérito, porque en mí es un sacrificio<br />

cualquier niñería de este género, mientras<br />

que en esa señora no lo es, por estar muy<br />

acostumbrada a revolverse entre enfermos y<br />

difuntos, como las hermanas de la caridad.

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