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Benito Perez Galdos - Fortunata y Jacinta - v1.0

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friado en aquella maldita casa de corredor…<br />

o te habrás atufado con algún brasero".<br />

<strong>Fortunata</strong> pensó que, en efecto, se había<br />

atufado, pero no con brasero. Cediendo a los<br />

ruegos de su marido y de doña Lupe, se<br />

acostó, y a prima noche estaba más tranquila,<br />

desvelada, sin ningún apetito, oyendo con<br />

desagrado el ruido de los platos y cucharas<br />

que del comedor venía a la hora de cenar.<br />

Nicolás hablaba por los codos. "Mejor es que<br />

no tomes nada, si no tienes gana -le dijo<br />

Maxi, que entró [313] mascando el postre y<br />

con un higo pasado en la mano-. Por si acaso,<br />

no bajaré esta noche a la botica, y te<br />

acompañaré". La peor de las medicinas era<br />

esta, pues gustaba la joven de estar sola,<br />

entretenida con sus pensamientos. Hizo por<br />

dormirse; su marido le ató fuertemente un<br />

pañuelo a la cabeza, y después se puso junto<br />

a la cama. Después de un breve sueño, vio<br />

ella la escueta figura de Maxi dando paseos<br />

en la habitación. Tan pronto miraba su persona<br />

como su sombra corriendo por la pared,

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