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Benito Perez Galdos - Fortunata y Jacinta - v1.0

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qué. Pues con aquel dinero tenía bastante.<br />

¿Para qué más? ¿Y a dónde iría? A una casa<br />

de huéspedes. No… a casa de D. Evaristo…<br />

No, porque D. Evaristo la reñiría. Esta idea<br />

de que la reñiría su padrino fue el golpe que<br />

le aclaró [315] el sentido, porque la idea de<br />

la fuga era un rastro del sueño. "¿Estoy despierta<br />

o dormida?" se preguntaba al reconocer<br />

su desatino; y quedose un rato sentada<br />

en la cama, con la mano en la mejilla. El pañuelo<br />

se le había desatado de la cabeza, y<br />

deshecho el peinado, sus espesas guedejas<br />

le caían sobre los hombros. "¡Qué marido<br />

este! -pensaba, recogiéndose el cabello-, ¡ni<br />

atar un pañuelo sabe!". Después creyó ver<br />

ojos, que en aquella profunda oscuridad la<br />

miraban. "Debo de estar soñando todavía.<br />

¿Qué me miras tú? ¿Qué dices? ¿Que estoy<br />

guapa? Ya lo creo. Más que tu mujer".<br />

Y se volvió a acostar. Maximiliano, al revolverse,<br />

le dio un encontronazo con un omoplato.<br />

"¡Ay!, me ha hecho ver las estrellas"

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