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Benito Perez Galdos - Fortunata y Jacinta - v1.0

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de las niñas llevó tan a mal aquella falta de<br />

respeto, y dio unos chillidos tan fuertes que<br />

por poco se arma allí la de San Quintín.<br />

"¡Ay Dios mío! -exclamó Benigna-. Vamos a<br />

tener un disgusto con este salvajito…".<br />

- Yo le compraré a él muchas velas -afirmó<br />

<strong>Jacinta</strong>-. ¿Verdad, hijo, que tú quieres velas?<br />

Lo que él quería principalmente era que le<br />

llenaran la barriga, porque volvió a dar aquellos<br />

bostezos que partían el alma. "A comer,<br />

a comer" dijo Benigna, convocando a toda la<br />

tropa menuda. Y los llevó por delante como<br />

un hato de pavos. La comida estaba dispuesta<br />

para los niños, porque los papás cenarían<br />

aquella noche en casa del tío Cayetano.<br />

<strong>Jacinta</strong> se había olvidado de todo, hasta de<br />

marcharse a su casa, y no supo apreciar el<br />

tiempo mientras duró la operación de lavar y<br />

vestir al Pituso. Al caer en la cuenta de lo<br />

tarde [412] que era, púsose precipitadamente<br />

el manto, y se despidió del Pituso, a quien<br />

dio muchos besos. "¡Qué fuerte te da, hija!"<br />

le dijo su hermana sonriendo. Y razón tenía

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