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Benito Perez Galdos - Fortunata y Jacinta - v1.0

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antiguas. El amor propio no le permitía la<br />

reproducción fiel de los hechos. Pues señor…<br />

al volver de Plencia ya comprometido a casarse<br />

y enamorado de su novia, quiso saber<br />

qué vuelta llevó <strong>Fortunata</strong>, de quien no había<br />

tenido noticias en [170] tanto tiempo. No le<br />

movía ningún sentimiento de ternura, sino la<br />

compasión y el deseo de socorrerla si se veía<br />

en un mal paso. Platón estaba fuera de Madrid<br />

y su mujer en el otro mundo. No se sabía<br />

tampoco a dónde diantres había ido a<br />

parar el picador; pero Segunda había traspasado<br />

la huevería y tenía en la misma Cava<br />

un poco más abajo, cerca ya de la escalerilla,<br />

una covacha a que daba el nombre de establecimiento.<br />

En aquella caverna habitaba y<br />

hacía el café que vendía por la mañana a la<br />

gente del mercado. Cuatro cacharros, dos<br />

sillas y una mesa componían el ajuar. En el<br />

resto del día prestaba servicios en la taberna<br />

del pulpitillo. Había venido tan a menos en lo<br />

físico y en lo económico, que a su antiguo<br />

tertulio le costó trabajo reconocerla.

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