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Benito Perez Galdos - Fortunata y Jacinta - v1.0

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amente a entender que tenía en la casa más<br />

autoridad que su compañera. A las [240]<br />

palabras que dijeron, impregnadas de esa<br />

cortesía dulzona que informa el estilo y el<br />

metal de voz de las religiosas del día, iba la<br />

neófita a contestar alguna cosa apropiada al<br />

caso; pero se cortó y de sus labios no pudo<br />

salir más que un ju ju, que las otras no entendieron.<br />

La sesión fue breve. Sin duda las<br />

madres Micaelas no gustaban de perder el<br />

tiempo. "Despídase usted" le dijo la seca,<br />

tomándola por un brazo. <strong>Fortunata</strong> estrechó<br />

la mano de Maxi y de Nicolás, sin distinguir<br />

entre los dos, y dejose llevar. Rubinius vulgaris<br />

dio un paso, dejando solos a los dos<br />

curas que hablaban cogiéndose recíprocamente<br />

las borlas de sus manteos, y vio desaparecer<br />

a su amada, a su ídolo, a su ilusión,<br />

por la puerta aquella pintada de blanco, que<br />

comunicaba la sala con el resto de la religiosa<br />

morada. Era una puerta como otra cualquiera;<br />

pero cuando se cerró otra vez, pareciole<br />

al enamorado chico cosa diferente de

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