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Benito Perez Galdos - Fortunata y Jacinta - v1.0

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ponía a cantar en voz baja, arrullando a su<br />

hijo; y cuando este se dormía, continuaba<br />

rezongando como la pájara en el nido. El<br />

gozo, algunas noches, no la dejaba dormir, y<br />

se pasaba largas horas jugando con su idea<br />

ya realizada, saltándola como Feijoo saltaba<br />

el bilboquet.<br />

Quevedo iba a verla todos los días, y aunque<br />

la encontraba muy bien, ordenaba que<br />

no se levantase. ¡Qué aburrimiento estar<br />

tanto tiempo prisionera! Gracias que con su<br />

chiquitín se entretenía. De noche le ayudaba<br />

Segunda a fajarlo y limpiarlo; por el día Encarnación,<br />

que era muy lista y se volvía loca<br />

de gusto cuando su ama le dejaba tener el<br />

pequeñuelo en brazos durante algunos minutos.<br />

En sus ratos de alegría delirante, <strong>Fortunata</strong><br />

se acordaba mucho de Estupiñá. "Pero,<br />

tía, ¿no se ha tropezado usted en la escalera<br />

con Plácido? Dígale que pase, que le tengo<br />

que hablar". Respondía Segunda que no una<br />

ni dos veces, sino más de veinte había encontrado<br />

al tal; pero que todas [302] las

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