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Benito Perez Galdos - Fortunata y Jacinta - v1.0

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llevaran el cuerpo de Mauricia, y este acto<br />

tristísimo se conoció en los gemidos y sollozos<br />

de todas las mujeres que en la casa mortuoria<br />

estaban. Cuando Guillermina y <strong>Fortunata</strong><br />

salieron, ya el ataúd era bajado en<br />

hombros de dos jayanes para ponerlo en el<br />

carro humilde que esperaba en la calle. La<br />

curiosidad y el deseo de dar el último adiós a<br />

su amiga empujaron a <strong>Fortunata</strong> hacia la<br />

escalera… Alcanzó a ver las cintas amarillas<br />

sobre la tela negra, en la revuelta de la escalera;<br />

pero fue un segundo no más. Después<br />

se asomó al balcón, y vio cómo pusieron la<br />

caja en el carro, y cómo se puso en marcha<br />

este sin más acompañamiento que el de un<br />

triste simón en que iban Juan Antonio y dos<br />

vecinos. Se vio tan vivamente acometida de<br />

ganas de llorar, que no recordaba haber llorado<br />

nunca tanto, en tan poco tiempo. [350]<br />

Y no era sólo la pena de ver desaparecer<br />

para siempre a una persona hacia la cual<br />

sentía amor, afición, querencia increíble; era<br />

además una necesidad de desahogar su co-

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