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Benito Perez Galdos - Fortunata y Jacinta - v1.0

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que debía de ser un alambique. Mientras<br />

comían, vieron pasar a Maximiliano Rubín,<br />

que salía del café; pero como él no aparentó<br />

verlos, no le dijeron nada. A eso de la una,<br />

Ballester se fue a su botica y los dos Josés a<br />

la casa de la Cava. Era domingo y ninguno<br />

de los dos tenía ocupaciones. Izquierdo<br />

mandó a Encarnación por una grande de cerveza,<br />

y sacando de una caja muy sucia el<br />

juego de dominó, extendió y mezcló las fichas<br />

para empezar [306] una partidita. Y<br />

cuentan las crónicas platónicas, que antes de<br />

llegar a la mitad del segundo juego, las pobres<br />

fichas se quedaron solas. Ido se había<br />

levantado y daba paseos por la sala. Izquierdo<br />

se dejó caer sobre el sofá de Vitoria y<br />

dormía como un verídico bruto, el sombrero<br />

sobre los ojos, la boca abierta y las cuatro<br />

patas estiradas. La señá Segunda se llevó a<br />

Encarnación a la plazuela, porque la noche<br />

antes había habido fuego en dos o tres puestos<br />

inmediatos al de ella, y se pasó la mañana<br />

ayudando a sus compañeras a meter los

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