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Benito Perez Galdos - Fortunata y Jacinta - v1.0

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Escorial, que subir por viles peldaños de palo,<br />

como cada hijo de vecino.<br />

El orgullo de trepar por aquellas gastadas<br />

berroqueñas no excluía lo fatigoso del tránsito,<br />

por lo que mi amigo supo explotar sus<br />

buenas relaciones para abreviarlo. El dueño<br />

de una zapatería de la Plaza, llamado Dámaso<br />

Trujillo, le permitía entrar por su tienda,<br />

cuyo rótulo era Al ramo de azucenas. Tenía<br />

puerta para la escalera de la Cava, y usando<br />

esta puerta Plácido se ahorraba treinta escalones.<br />

El domicilio del hablador era un misterio<br />

para todo el mundo, pues nadie había ido<br />

nunca a verle, por la sencilla razón de que D.<br />

Plácido no estaba en su casa sino cuando<br />

dormía. Jamás había tenido enfermedad que<br />

le impidiera salir durante el día. Era el hombre<br />

más sano del mundo. Pero la vejez no<br />

había de desmentirse, y un día de Diciembre<br />

del 69 fue notada la falta del grande hombre<br />

en los círculos a [96] donde solía ir. Pronto<br />

corrió la voz de que estaba malo, y cuantos

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