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Benito Perez Galdos - Fortunata y Jacinta - v1.0

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de su cerebro, como salen del hormiguero<br />

las hormigas, en larga procesión, negras y<br />

diligentes. Después trató de rehacerse de<br />

nuevo: "Resueltamente, mañana le digo a mi<br />

marido que la casa no me gusta y que es<br />

preciso que nos mudemos. Y a esta sinvergüenza<br />

la planto en la calle".<br />

¡Qué cosas pasan! De improviso, obedeciendo<br />

a un movimiento irresistible, casi puramente<br />

[381] mecánico y fatal, <strong>Fortunata</strong><br />

se levantó y saliendo de la sala, se acercó a<br />

la puerta. En aquel acto, todo lo que constituye<br />

la entidad moral había desaparecido con<br />

total eclipse del alma de la infortunada mujer;<br />

no había más que el impulso físico, y lo<br />

poco que de espiritual había en ello, engañábase<br />

a sí mismo creyéndose simple curiosidad.<br />

Aplicó el oído a la rejilla… Pues sí, la<br />

persona, el ladrón o lo que fuera, continuaba<br />

allí. Instintivamente, como el suicida pone el<br />

dedo en el gatillo, llevó la mano al cerrojo;<br />

pero así como el suicida, instintivamente<br />

también, se sobrecoge y no tira, apartó su

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