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Benito Perez Galdos - Fortunata y Jacinta - v1.0

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<strong>Fortunata</strong> se ponía tan nerviosa que no podía<br />

pegar los ojos en toda la noche, durmiendo<br />

algunos ratos de día. El enfermo no iba ya a<br />

la botica, ni mostraba deseos de ir a parte<br />

alguna, pareciendo caer en profunda apatía y<br />

reconcentrar toda su existencia en el hervidero<br />

callado y recóndito de sus propias<br />

ideas. Fuera de los paseos que daba en el<br />

comedor o en la [69] alcoba, no hacía ejercicio<br />

alguno, y después de la inapetencia de<br />

los primeros días, le entró un apetito voraz,<br />

que las dos mujeres tuvieron por buen síntoma.<br />

A la semana, manifestó deseos de<br />

salir; pero una y otra trataron de disuadirle.<br />

Estaba tranquilo, y como hablara de algo<br />

distinto de aquellas manías de la emanación<br />

del alma y de la doctrina que iba a predicar,<br />

se expresaba con seso y hasta con donaire.<br />

Poco a poco iban siendo menos los ratos de<br />

extravío, y se pasaba largas horas completamente<br />

despejado y tratando de cualquier<br />

asunto con discreta naturalidad. <strong>Fortunata</strong><br />

hacía que le ayudase a estirar la ropa o a

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