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Benito Perez Galdos - Fortunata y Jacinta - v1.0

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de Gilimón, inundada de sol a todas las horas<br />

del día, suelen verse cuadros dignos del Potro<br />

de Córdoba y del Albaicín de Granada.<br />

Por la calle de la Solana, donde habita tanta<br />

pobretería, iba <strong>Fortunata</strong> a misa a la Paloma,<br />

y se pasmaba de no encontrar nunca en su<br />

camino ninguna cara conocida. Ciertamente,<br />

cuando un habitante del centro o del Norte<br />

de la Villa visita [144] aquellos barrios, ni las<br />

casas ni los rostros le resultan Madrid. En un<br />

mes no pasó <strong>Fortunata</strong> más acá de Puerta de<br />

Moros, y una vez que lo hizo, detúvose en<br />

Puerta Cerrada. Al sentir el mugido de la<br />

respiración de la capital en sus senos centrales,<br />

volviose asustada a su pacífica y silenciosa<br />

calle de Tabernillas.<br />

Don Evaristo vivía, desde que obtuvo el<br />

retiro, en el segundo piso de un caserón aristocrático<br />

de la calle de Don Pedro. Era uno<br />

de esos palacios grandones y sin arquitectura,<br />

construidos por la nobleza. En el principal<br />

había una embajada, y cuando en ella se<br />

celebraba sarao, decoraban la escalera con

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