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ceptos y etiquetas como cezannismo, picassismo o Escuela Española de París, fueron
los ecos semánticos aplicados a su producción; únicamente la lectura de éstos
desde los nuevos rumbos estético-plásticos que tomó el cubismo en el París de los
años 20, ha hecho que parte de su obra encuentre un lugar en las crónicas de la vanguardia.
RECEPCIÓN CRÍTICA DEL PERÍODO.
Las primeras llamadas de atención sobre el arte de Joaquín Peinado en
España no tuvieron nada que ver con lo que después fue tónica general en su apreciación
crítica, centrada sobremanera en su inclusión en la confusa e imprecisa nómina
de la Escuela Española de París; verdadero rasero decapitador de personalidades
únicas de nuestro arte. Los primeros compases de su recepción crítica en
España se encaminaron hacia su consideración dentro del grupo que constituía la
punta de la lanza de la apertura vanguardista del arte español; algo a lo que contribuyó
sobremanera su marcha a París, la toma de contacto con el arte que allí elaboraba
la nutrida colonia artística española, con Picasso a la cabeza, y su participación
en las más destacadas exposiciones que en España articularon las avanzadillas de
lo “nuevo”.
Este primer episodio se abrió en 1925, con su participación en una de las
exposiciones de mayor relevancia en el contexto general de nuestro Arte Nuevo: la
“mítica” Exposición de la Sociedad de Artistas Ibéricos. Peinado, que ya había
encontrado las fuentes de “su” camino hacia la modernidad en París –a donde llegó
a finales de 1923–, se presentó a los ojos de la crítica artística del momento como
uno de los principales valores de futuro de cara a la renovación plástica española,
pero lo hacía tras el opaco velo del picassismo, que dominó el juicio crítico que sobre
sus telas en dicha exposición realizó Juan Ramón Jiménez.
Pero el poeta universal de Moguer iba más allá, veía en Peinado lo que nosotros
intentaremos discernir un poco más adelante; una pintura que, pese a las
influencias, más que palpables, del fundador del cubismo, guardaba un trasfondo
personal, con soluciones propias que la individualizaban. Apreciaciones que, sin
pasar de meros apuntes –no publicadas en su época, y centradas únicamente en los
más jóvenes de entre los expositores de la muestra 1 –, tienen gran valor de cara a la
consideración de Peinado en la vanguardia española: “Peinado: picasiano, pero con
el gran talento de parecer personal y retener –el fondo magnífico de su interior – a
pesar de la influencia del monstruo malagueño” 2 .
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artículos
Rafael Valentín López Flores
1 PÉREZ SEGURA, J.: “Peinado en los escenarios del arte moderno”, en AA. VV.: Joaquín Peinado desde
1918 hasta 1945, Granada, Casa-Museo Huerta de San Vicente, pág. 40.
2 CRESPO, Á.: Juan Ramón Jiménez y la pintura, Barcelona, Universidad de Puerto Rico, 1974, pág. 23.