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1. Bodegón, 1924; dibujo en carta dirigida
a Francisco García Lorca.
Joaquin Peinado. Neocubista y lírico
traía consigo el fuerte impacto que Picasso le ocasionó a través de las reproducciones
que de sus obras se encontraban en los libros de la biblioteca de la Escuela de
Bellas Artes de San Fernando y, por consiguiente, fue el cubismo el paradigma de
modernidad que arrastró; el impulso rupturista que le hizo apartarse de las soluciones
tardo-impresionistas que caracterizaron sus inicios a principios de la década,
para recalar en las filas de quienes tuvieron en la tradición cubista su escuela. Pero
cuando Peinado y sus compatriotas llegaron a París el cubismo ya era otro, había
evolucionado de la mano de sus propios padres, sería algo nuevo que –parafraseando
a Francisco Bores– permitiera “abrir las ventanas” 46 de la pintura para que respirase
el aire fresco que el cubismo clásico no le había dejado inhalar. Ese aire, procedente
de los más variados puntos de la rosa de los vientos de la plástica contemporánea,
será el que transite entre los fruteros y los jarrones de los bodegones de
Joaquín Peinado.
No obstante, la primera pintura parisina de Peinado no miraba directamente
al cubismo, sino a las soluciones novofigurativas del denominado “retorno al orden”,
sin perder por ello las claras filiaciones picassistas; dominadoras de buena parte de
la producción del genio malagueño entre aproximadamente 1917 y 1924. Óleos
como el Retrato del Niño de la Palma (c.1923- 24), Los Marineros (1924), Madre e
hija (1925) o Figura (1925), dan fiel testimonio de ello y, de paso, dan testimonio de
las fuertes líneas de unión que los relacionan con las formulaciones plásticas pronunciadas
por Valori Plastici y Novecento en los pinceles de Morandi, Sironi o
Campigli.
Pero, abandonados ya éstos primeros esbozos, fueron los hálitos del neocubismo
los que florecieron en la pintura del rondeño. Y afloró con el cubismo clásico
de Picasso, Braque y, sobre todo, Juan Gris como punto de referencia directa, la
46 BORES, Francisco (1957): “Propos de l´artiste”, en Bores esencial, Madrid, MNCARS, 1998, pág. 24.
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