créditos y portadilla:Maquetación 1.qxd - Departamento de Historia ...

artículos
Joaquin Peinado. Neocubista y lírico
Algo muy similar a lo plasmado en el Bodegón acuarelístico de 1929, nos lo
mostró Peinado, ese mismo año, en la vista paisajística del rondeño Arco de Felipe
V (Óleo sobre tabla, 19 x 24 cm., Museo Peinado, Ronda); un óleo sobre madera
dedicado al pintor catalán Joaquín Sunyer. En él, son de nuevo los campos de color
y las transparencias los recursos plásticos dominantes, pero, a diferencia del caso
anterior, hacen su aparición en compañía de elementos mucho más construidos y
volumétricos (aglutinados en torno al arco-puerta), recreadores de una huidiza, aunque
presente, profundidad tridimensionalista. Componentes que dan como resultado
un paisaje rico en sugerencias, rico en presencia objetual a la par que ingrávido, cercano
a ciertas posturas de la estética metafísica, al coqueteo con lo surreal y, de
paso, al retorno al orden de raíz italiana a través de las texturas originadas a partir
de un ingente uso de materia pictórica.
Terminaremos esta aproximación al lirismo en la obra de Joaquín Peinado
retrocediendo un par de años para encontrarnos así con una obra sumamente peculiar
fechada en 1927; una mirada hacia atrás que no será inusual en Peinado, que
en el afán investigador que marcó su pintura de los años veinte, nunca agotó de un
modo drástico las soluciones plásticas que lo entroncaron con movimientos como el
retorno al orden, el neocubismo, la figuración lírica o el surrealismo, regresando a
determinadas formas o técnicas empleadas en obras que, a tenor de sus últimas
realizaciones, parecían superadas u olvidadas. Nature morte (Óleo sobre lienzo,
64,7 x 81 cm., colección particular, Madrid), que así se llama la obra, nos muestra a
un Peinado interesado en una nueva técnica, la del falso collage, introducida hacia
años por Picasso, pero que tiene paralelos mucho más cercanos –tanto en forma
como en sentido– en obras como Composition hors de son cadre de Francisco
Bores, pintada por el madrileño en 1926. Peinado, al igual que Bores, nos plantea
en este óleo la posibilidad de una pintura puramente plástica, con consideración de
objeto, y para ello se sirve de principios tan propios del cubismo picassiano como la
utilización del bodegón o la simulación del papier collé, o de ademanes propios de
su más puro neocubismo, como es el caso de la yuxtaposición de planos, pero llega
a resultados muy distantes. Para ello Peinado vuelve a hacer gala de una pintura
más expresiva y gestual, de grafías orgánicas, donde los perfiles de los planos tienden
a una grácil ondulación y oscilan entre la nítida distinción y la confusa imbricación,
y cuyo empleo de tonalidades específicas de color tendrá capital importancia.
Con todo, el resultado final nos enfrenta a un obra que, aún participando de principios
básicos del cubismo, los supera en busca de lirismo propios de la pintura fruta,
pero que quizás profundice más en las libertades propias del surrealismo a través de
la atmósfera de extrañamiento con la que las fantasmagóricas gamas de color verde
agua y gris perla envuelven a los objetos; unos objetos que, a tenor de dicho colorido,
y gracias a las ondulaciones de las formas y el espacio, parece involucrarnos en
397