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comentarios bibliográficos
que tampoco pretendo recogerlos
exhaustivamente. Además de formar
parte de la Comisión de Monumentos de
Granada, inicialmente como secretario,
con una visión muy acertada comprendió
las posibilidades del turismo cultural y,
primero en el Ateneo luego desde el
museo de la Casa de los Tiros, organiza
interesantes exposiciones y actividades
didácticas y, cuando en Granada
comiencen a funcionar los servicios de
Turismo del Estado encontrarán en
Gallego la persona idónea, poniéndose
en marcha el Patronato Nacional de
Turismo, siendo él quien redactó el primer
“Indicador del Turista en Granada”.
Entre las exposiciones, la “Regional de
Arte Moderno”, de 1929, fue la primera
que en España supuso el triunfo de la
vanguardia, contando también por primera
vez con piezas de colecciones particulares,
desde Picasso a Dalí.
Ganó la Cátedra de Granada en
1930 y ese mismo año pone en marcha
un Festival de Música Popular Española,
claro antecedente de los afamados festivales
de Granada que se harían realidad
en 1952. Una nueva e importante publicación
verá la luz en 1931 La Capilla
Real, un año más tarde, con acertada
visión, funda La Escuela de Estudios
Árabes y en 1936, ya en plena guerra
civil Cuadernos de Arte, la revista especializada
de mayor ambición que se
edita en España. Gallego Burín se ha
convertido en la encarnación de la
Granada artística. Poco antes han tenido
lugar las restauraciones del Patio de los
Leones que harán llover las críticas
sobre Torres Balbás (a quien apoya),
como luego le lloverán a él cuando como
alcalde tome drásticas decisiones en la
reordenación del urbanismo granadino,
si bien hay que valorar sus actuaciones,
especialmente sobre zonas deprimidas
que imprimieron a Granada la imagen de
una ciudad moderna. Porque en 1938,
en unos momentos bien difíciles, fue elegido
Alcalde de Granada, y en 1939, y
por un año, acepta el cargo de
Gobernador Civil, volviendo nuevamente
a la Alcaldía.
Aunque a Gallego Burín, sus actividades
políticas y su desaforado dinamismo
en el ejercicio de sus funciones,
que quiere llevar lo más personalmente
posible, le restaron la posibilidad de
investigar y publicar tanto como hubiera
querido, nos dejó obras extraordinarias
como su Guía de Granada (1938), que
excede en mucho lo que se espera de la
guía de una ciudad, o El Barroco
Granadino, tema de su discurso de
ingreso en la Real Academia de Bellas
Artes de San Fernando de 1955, que se
publica también en edición aumentada,
obra indispensable para el conocimiento
del barroco andaluz. Unos años antes,
en 1951 había sido nombrado Director
General de Bellas Artes, cuyo despegue
lo realiza en el campo musical pero, a la
vez que viaja por el país intentando atender
las necesidades que le plantea la
conservación de monumentos, va fraguando
la idea de la renovación de las
Exposiciones Nacionales de Bellas
Artes. En 1960 es elegido Procurador en
Cortes y es también el año de la
Exposición Nacional de Bellas Artes
celebrada en Barcelona. Cuando se prepara
la de Madrid, de la que fue estrella
“La Venus del espejo”, y que daría como
fruto los volúmenes de la Varia
Velazqueña, Gallego la coordinó y