Descargar PDF - Fondo Editorial del Caribe / Anzoátegui

cilíndrica y revestidos de mármol, y cruzamos el Puente Nomentano, sobre el
río Arnio (afluente del Tíber). Casi sin darnos cuenta llegamos al Monte Sacro.
Semejaba un lugar virginalmente blanco, fresco. Era una colina de treinta y
siete metros a lo sumo. Sólo al acercarnos más por un camino de herradura
que avanzaba en zigzag, en medio de una nube de moscas de cuerpo verde y
venenosos ataques, podía reconocerse que la primera impresión, cautivadora
y virginal, se basaba sólo en una ilusión óptica. ¿El Monte Sacro? Estaba al
suroeste del Puente Nomentano, en la margen izquierda del río Arnio, y era,
en su aspecto y su ambiente, una colina romana como cualquier otra, agostada
por el sol, como manteniéndose en un penoso equilibrio. A su alrededor se
apretujaban algunas cabañas de barro, llamadas villae suburbanae, restos del
antiguo pueblo de Fidenae, que resultó de la secesión de la plebe en su lucha
contra los patricios. En Fidenae vivieron más de cinco mil soldados, colonos
y esclavos, dispuestos a defender su nuevo status de vida, aunque separados
de la oligarquía, encerrada entre sus siete colinas y sus murallas. Pero que
escogieran vivir apartados le dio tranquilidad a la ciudad de Roma. Nos
sentamos en un resto de losa de mármol frente a unas ruinas del Templo de
Júpiter, recuerdo de la secesión. A pocos pasos estaba un bebedero de agua
de la época del imperio romano. A nuestras espaldas se extendía la ciudad de
Roma.
115
Puerto Píritu, agosto de 2005.
Barcelona, octubre de 2006.