09.05.2013 Views

Descargar PDF - Fondo Editorial del Caribe / Anzoátegui

Descargar PDF - Fondo Editorial del Caribe / Anzoátegui

Descargar PDF - Fondo Editorial del Caribe / Anzoátegui

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

con Rodríguez durante mi adolescencia y vislumbrar el camino por el que me<br />

llevaba sin tregua el destino, que allí había que crearlo todo. En cuanto al asunto<br />

de la prosperidad material, que tanto preocupaba a su madre, haría énfasis<br />

en ablandarle el corazón. El dinero no me importaba sólo por el dinero, sino<br />

porque era un medio infalible para obtener cosas. Yo pensaba que la prosperidad<br />

se basaba en la satisfacción de la vida. En París los hermanos Dehollain y yo nos<br />

acostumbramos a decir, al referirnos a la comodidad, a las buenas cenas, a los<br />

buenos libros, a la amena conversación, que lo mejor de todo era vivir con servicio<br />

al cuarto. Eso mismo le prometería a Marina. Por último, nuestra unión<br />

sería perpetua. Nada, ni la muerte, nos separaría. Yo pensaba que había una<br />

manera para garantizar esa unión perpetua después de la muerte. No importaba<br />

que ella o yo muriéramos uno primero que el otro. Teníamos que dejar en testamento<br />

nuestro deseo de que nos enterraran en una fosa compartida, es decir,<br />

que tuviera dos compartimientos, aunque lo mejor sería una fosa común. Viviríamos<br />

nuevamente, como substancia, juntos. Es cierto que no hay vida después<br />

de la muerte, pero no es menos cierto que, después de la muerte, podríamos<br />

vivir en planta o animal. ¿Qué acontecería si yo muriera y todos mis átomos se<br />

recompusieran después de que mis carnes se hubieran distribuido en la tierra<br />

y filtrado a lo largo de las raíces en la bella forma de una palmera? Yo podría<br />

vivir entonces en una palmera. Marina y yo, juntos, viviríamos de nuevo en una<br />

palmera. La palmera no diría yo soy Simón y Marina, porque ese compuesto que<br />

podría decir yo soy Simón y Marina ya no existiría, y, si ya no existiría, con la percepción<br />

habría perdido también la memoria de sí. No podría ni siquiera decir yo<br />

palmera era Simón y Marina. Lo que era antes ya no lo sabría, así como soy incapaz<br />

de acordarme <strong>del</strong> feto que fui en el vientre de mi madre. Sé que fui un feto porque<br />

me lo dijeron los demás, pero por lo que me atañe podría no haberlo sabido<br />

nunca. Pero ¿quién me niega que así, dentro de la palmera, yo existiría,<br />

siendo que las plantas son seres vivos? Existiría mi alma dentro de la palmera.<br />

Marina y yo, de enterrarnos juntos y nutrir nuestros átomos las raíces de una<br />

palmera, podríamos gozar <strong>del</strong> alma, y ella podría gozar de mí y yo de ella. Tres<br />

días pasamos en Bolonia, antes de ponernos en camino hacia la Toscana, y<br />

hablé con Marina la tarde <strong>del</strong> día siguiente frente a la Fuente de Neptuno. El<br />

papa Pío IV le encargó a Giovanni di Bologna, cuyo verdadero nombre era Jean<br />

Bologne, también conocido como Giambologna, célebre escultor flamencoitaliano<br />

<strong>del</strong> seicento, aquel admirable Neptuno en bronce. En la mitología romana,<br />

Neptuno era dios <strong>del</strong> mar, hijo de Saturno y hermano de Júpiter y Plutón.<br />

Giovanni di Bologna lo había esculpido como un hombre barbado con los cabellos<br />

al aire, una horquilla en la mano izquierda, cubierto de escamas hasta la<br />

cintura y con cola de pez, como una sirena. Lo extraordinario de la escultura era<br />

80

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!