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Descargar PDF - Fondo Editorial del Caribe / Anzoátegui

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tantes de la tierra, los cuales éramos pesados de materia, y los habitantes de<br />

la luna estaban a medias. Pero me aclaró que me daba aquellos ejemplos físicos<br />

porque quería que yo abriera mi mente a otras hipótesis que tenían que<br />

ver con mundos que pudieran existir sin que nosotros los viéramos. Creía que<br />

había mundos en los cuales se creaban cosas con el pensamiento, o incluso<br />

donde se heredaban visiones, caracteres, finalidades de otros seres. Ella podía<br />

ser producto de la quimera de otra mujer, en otra dimensión. En verdad yo no<br />

estaba convencido de sus argumentos. Me presentaba un plato hecho de demasiados<br />

ingredientes, es decir, estibaba en un solo razonamiento cosas oídas<br />

en varias partes. Una vez, a propósito <strong>del</strong> vacío, Rodríguez me había callado<br />

la boca con un silogismo al que no supe responder: el vacío es no ser, pero el<br />

no ser no es, entonces el vacío no es. El argumento era bueno, porque negaba<br />

el vacío aun admitiendo que se pudiera pensar en él. En efecto, se pueden<br />

pensar perfectamente cosas que no existen. Le dije a Marina que la quimera<br />

no existía, pues uno no se alimentaba de una pera pensada. Pero ella, sin inmutarse,<br />

me contestó que yo estaba parado frente a ella en ese momento<br />

porque yo lo había pensado primero antes de hacerlo. Le riposté que eso era<br />

distinto, pues ambos existíamos. Si yo pensaba en el vacío no lograba nada<br />

porque el vacío no existía, igual que no era posible que ella existiera porque<br />

a alguien se le hubiera ocurrido, en el tiempo que fuera o en la dimensión que<br />

fuera, pensarla o soñarla. Ella pensaba que el vacío había que demostrarlo a<br />

través de la experiencia. Le pregunté en cuáles experiencias pensaba, y ella<br />

me dijo que no lo sabía. Yo, para mortificarla, le propuse todas las objeciones<br />

filosóficas de las que tenía conocimiento: si el vacío fuera, no sería materia,<br />

no sería espíritu, porque no se podía concebir un espíritu que fuera vacío, no<br />

sería Dios, porque carecería incluso de sí, no sería ni substancia ni accidente.<br />

¿Qué sería entonces? Ella contestó con humilde gallardía que sería algo a<br />

medias entre la materia y la nada, y no participaría ni de la una ni de la otra.<br />

Difería de la nada por su dimensión, de la materia por su inmovilidad. Sería<br />

un casi no-ser. No suposición, no abstracción. Sería un hecho, puro y simple.<br />

Ella no sabía definir lo que era puro y simple. Sabía definir el ser porque sólo<br />

era menester decir ya es. Creía que había términos imposibles de definir, y<br />

quizá el vacío era uno de ellos. A lo mejor se equivocaba y resultaba que el<br />

vacío era como el tiempo. El tiempo no era el número <strong>del</strong> movimiento, porque<br />

era el movimiento el que dependía <strong>del</strong> tiempo, y no viceversa. El tiempo era<br />

infinito, increado, continuo, no era accidente <strong>del</strong> espacio. Por tanto el espacio<br />

y el tiempo no eran ni cuerpo ni espíritu, eran inmateriales, pero estaba consciente<br />

que no eran reales. No eran accidente ni eran substancia, y con todo<br />

habían llegado antes de la creación, antes de toda substancia y todo acciden-<br />

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