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Descargar PDF - Fondo Editorial del Caribe / Anzoátegui

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era que quería practicar un poco, pues no dudaba que tendría que desafiar a<br />

duelo a Manzoni. Cada día me caía más pesado. Fernando hizo varias preguntas,<br />

se apasionó ante la mención de cierta treta, desenvainó la espada y quiso<br />

que yo le enseñara el lance. Me quedó dudas de que lo conocía porque, veloz<br />

espadachín como era, lo paró con destreza, reconociendo que era astucia de<br />

alta escuela. Me enseñó, a su vez, una treta suya. Me hizo poner en guardia,<br />

nos intercambiamos algunas fintas, esperó al primer asalto y, de repente,<br />

pareció resbalar al suelo, y mientras yo, en suspenso, me descubría, ya se<br />

había levantado como de milagro y me hizo saltar un botón de la casaca, como<br />

prueba que habría podido herirme si hubiera empujado más a fondo. Me dijo<br />

que era el Coup de la Mouette, o de la Gaviota. Me recordó que las gaviotas, en<br />

determinado momento, se lanzaban en picada al mar, pero cuando estaban<br />

casi al ras se levantaban siempre con una presa en el pico. Me aconsejó que<br />

la practicara, pues requería mucho ejercicio, pero que no siempre salía. El<br />

siguiente papelito de Marina decía que le dejara, en el sillón de enfrente de<br />

mi cuarto (o el que compartía con mis amigos), unas ropas de hombre viejo.<br />

No hizo falta que me explicara de qué hombre viejo para conocer que tendría<br />

que buscar en la maleta de Rodríguez un traje suyo gastado para que Marina,<br />

disfrazada de Rodríguez, se metiera en nuestro cuarto. Junto con el papelito<br />

me deslizó, al término de la cena, un frasquito. Había una línea, que nunca he<br />

podido olvidar, y que decía: Son quince gotas para cada uno y el efecto sedante se da<br />

cuando los ronquidos son de nariz y boca. Durante las copas de grappa en el bar de la<br />

posada la discusión giró acerca de la literatura, mientras yo pensaba cómo<br />

darle de beber a Rodríguez y a Fernando el somnífero. Manzoni estaba hablando<br />

de que él quería escribir novelas, pues estaban muy de moda, y pensaba<br />

en muchos temas, pero no se atrevía por ninguno. Fernando le preguntó por<br />

los temas en los que pensaba, y Manzoni habló de la luna, cuyas manchas él<br />

imaginaba que eran cavernas, ciudades, ínsulas. Quería contar la historia de<br />

su rey, de sus guerras, o de la infelicidad de los amantes de allá arriba. Pero<br />

había también otras ideas que le rondaban como diablillos, y era imaginarse<br />

que él tenía un doble, alguien que era su retrato, por lo cual, cada vez que se<br />

descuidaba, el Sosias, lo suplantaba, hasta que descubría que se trataba de<br />

un hermano habido por su padre de manera clandestina. Rodríguez pensaba<br />

que una novela, para que tuviera un interés, debía estar hecha de equívocos.<br />

¿Cuáles equívocos? La muerte no verdadera de un personaje, o cuando una<br />

persona era muerta en lugar de otra, o cuando se daba sepultura a alguien que<br />

parecía muerto, y estaba, en cambio, bajo el imperio de una poción somnífera.<br />

Habló de muchos otros equívocos, pero a mí me quedó, flotando como una<br />

preocupación, al verlos como muertos en sus camas y sin un solo ronquido, a<br />

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