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Descargar PDF - Fondo Editorial del Caribe / Anzoátegui

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Viaje a España<br />

El tío Esteban le escribió al tío Carlos que era el momento de que yo viajara<br />

a España. Debía acompañarme mi hermano Juan Vicente, pero a última<br />

hora él decidió quedarse. Yo lo entendí de inmediato, porque a ambos nos<br />

ocurrían impresiones contrarias acerca <strong>del</strong> mar y los viajes. Juan Vicente era<br />

muy inteligente, más que yo, y tenía una gran sensibilidad y abnegación. Su<br />

clarividencia era tan manifiesta que rayaba en la adivinación. Si Juan Vicente<br />

decía, fuera de la conversación, que iba a llover, llovía. En una ocasión, montando<br />

caballos de palo en el patio interior de la casa de San Jacinto, se detuvo<br />

bruscamente al ver llegar a mi abuelo, me miró largo y, con los ojos llenos de<br />

lágrimas, me anunció que don Feliciano se iba a morir. Yo me preocupé por<br />

sus palabras, pero, por eso mismo, no me extrañó que semanas después se<br />

muriera mi abuelo. Le gustaba mucho ser útil a los demás, y cuando mi abuelo<br />

o algunas de nuestras tías solicitaba algo de él lo hacía de inmediato. Era frecuente<br />

que el tío Carlos me reprendiera siempre con una referencia a Juan Vicente.<br />

Yo le pedía favores a menudo, y lo encargaba que me hiciera los dibujos<br />

de geografía que me exigía Bello. Él, manso y sin una gota de reticencia, me<br />

pedía las láminas, las fojas en blanco y los pinceles. Pasaba largo rato, trazando<br />

con maestría líneas y curvas, hasta que terminaba con una sonrisa de satisfacción.<br />

Había decidido no ir a España porque tenía profundos temores <strong>del</strong> mar. El mar<br />

sólo estaba esperando que se atreviera a embarcarse para comérselo. Yo me reí<br />

de él, pero le pregunté que cómo lo sabía, y dijo que lo había soñado. Me contó<br />

su sueño. Después que le hubieran nacido sus tres hijos, viajaría en un barco a<br />

buscar ayuda, y de regreso habría un naufragio. ¿A qué clase de ayuda se refería?<br />

No vaciló en contestarme. Era ayuda para la independencia. Hizo una pausa y<br />

me contó algo sorprendente. Él juraría luchar por la independencia de nuestro<br />

país y, en el mismo comienzo de todo, moriría en alta mar. Esa conversación la<br />

tuvimos poco antes de embarcarme para España. Él había estado en la escuela<br />

de milicias, y ya tenía el grado de teniente, que le gestionó el tío Esteban, como<br />

hizo con el mío. Yo tenía dieciséis años y él dieciocho. Estábamos en el despacho<br />

de nuestro difunto abuelo, revolviendo viejos papeles. Yo había ido a buscar<br />

las escrituras de mi hacienda de Yare, y lo encontré haciendo lo mismo con las<br />

gestiones que había hecho nuestro abuelo paterno para obtener el título de<br />

marqués. Le pregunté si quería ser marqués y él asintió. Creía que no había<br />

mejor manera de influenciar a los otros en la provincia. Me percaté que Juan<br />

Vicente, pese a su carácter apacible, tenía ambiciones subterráneas que nunca<br />

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