Descargar PDF - Fondo Editorial del Caribe / Anzoátegui
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mostró la palabra Provvidenza (Providencia). El monje buscó su significado en<br />
el libro abierto <strong>del</strong> atril: Prevenzione (Prevención), Disposizione (Disposición),<br />
Preveda e Cura di Dio (Previsión y Cuidado de Dios), Saggezza (Sabiduría). Ni<br />
Rodríguez ni yo todavía entendíamos la eficacia <strong>del</strong> aparato, pero el monje,<br />
con todo lo que había leído, se volvió en redondo hacia mí y señaló que cuanto<br />
había visto en palabras era lo que, en ese momento, me mantenía allí, parado<br />
frente a él. Caí en cuenta y le pregunté qué clase de Descuido había en<br />
mí, y él, buscando un nuevo significado en el libro antiguo, dijo que se trataba<br />
de un Provvedimento eccessivo (una excesiva Provisión). ¿Provisión de qué? Pues<br />
él no tenía dudas de que se trataba de una Provisión de Amor. Fuera o no<br />
creíble la fortuita concatenación de palabras, el hecho fue que yo quedé impresionado,<br />
y, dándole vueltas al asunto, sobre todo en una conversación con<br />
Fernando en el Puente de los Suspiros, detrás <strong>del</strong> Palazzo Ducale, que unía el<br />
palazzo con las prisiones públicas y era el lugar por donde llevaban a los presos<br />
hasta los tribunales, descubrí que lo que significara Descuido en mi vida me<br />
preocupaba más que todo. Para viajar desde Venecia a Florencia, como Rodríguez<br />
lo había planeado, debíamos recurrir a medios de transporte más antiguos,<br />
como una calesa de mala silla y sin cubierta. No sabíamos si las mujeres estarían<br />
tan contentas como nosotros para hacer el viaje en esas condiciones.<br />
Mi trato público con Marina seguía siendo circunspecto, y no había tenido<br />
oportunidad de tocar de nuevo ese asunto de que quemara sus naves. Entendía<br />
que era algo que ella y sus padres, conjuntamente con Manzoni, debían<br />
resolver en Florencia. Yo la esperaría. Pero la pregunta que me hice enfrente<br />
de Fernando Toro era con qué intenciones esperaría yo su decisión de romper,<br />
formalmente, su compromiso con Manzoni. Fernando era de los que opinaba<br />
que, en esas circunstancias en las cuales éramos filósofos, cualquier compromiso<br />
de naturaleza amorosa sobraba. Debíamos fluir sin demora ni obstáculos<br />
hacia el objetivo filosófico <strong>del</strong> viaje, cuya coronación era el juramento de que<br />
habíamos hablado al salir de París. Yo le conté que la palabra Descuido me<br />
había salido en la Máquina Aristotélica consultada por Rodríguez y por mí en<br />
la Biblioteca Vecchia, y él estuvo de acuerdo. Se mostró encantado con ese hallazgo<br />
y prometió ir a la biblioteca al día siguiente. Pero mis dudas de querer<br />
casarme con Marina Cardamone, si ella, finalmente, se deshacía de Manzoni,<br />
quedaron latentes desde ese día. Mientras Fernando y yo conversábamos en<br />
el Puente de los Suspiros, vimos pasar por debajo de nosotros, en airosa góndola,<br />
a Marina acompañada de su madre y Manzoni. Ella me hizo un ligero<br />
guiño, y en ese gesto naufragaron mis nuevas dudas. Significaba que cuando<br />
todos durmieran ella crearía una nueva situación para que estuviéramos solos<br />
los dos. Pensaba, al decir de Rousseau, que no había mejor aliciente para la<br />
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