09.05.2013 Views

Descargar PDF - Fondo Editorial del Caribe / Anzoátegui

Descargar PDF - Fondo Editorial del Caribe / Anzoátegui

Descargar PDF - Fondo Editorial del Caribe / Anzoátegui

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

expugnable, o defender una posición imposible. Él sí. Le habría gustado dirigir<br />

una carga de caballería. Quería que sus compatriotas lo recordaran como los<br />

cartagineses a Aníbal o los romanos a Julio César. Un día cabalgábamos por<br />

campo abierto al oeste <strong>del</strong> pueblo y me confesó que quería una muerte con<br />

gloria, con una espada en la mano y a la cabeza de sus hombres. Hizo una pausa.<br />

Le brillaban los ojos y su rostro estaba enrojecido. Me citó a Alejandro: «Es<br />

hermoso vivir con valentía, y morir dejando un renombre imborrable». Por entonces, pese<br />

a las insistencias de Rodríguez, nada de eso me llamaba la atención. Pensaba<br />

que era jugar a las escondidas con la muerte. Prefería caminar por terreno seguro<br />

y llegar a una buena vejez, aunque no fuera distinguida. Fernando no me creía.<br />

Él estaba convencido que yo era un héroe. No era la primera vez que alguien me<br />

decía algo así, pero lo tomé como el tributo de un amigo. Nos hicimos inseparables,<br />

y al principio atraímos la desaprobación de varios oficiales de alto rango,<br />

ninguno de los cuales habría objetado que tuviéramos una amante parda o que<br />

visitáramos el bur<strong>del</strong> <strong>del</strong> pueblo, pero que tenían horror de lo que llamaban<br />

«vicio antinatural». Para ellos cualquier amistad entre dos hombres, aunque uno<br />

más joven que otro, era sospechosa y temían lo peor, pero una cuidadosa averiguación<br />

no reveló nada que pudiera considerarse «antinatural» en nuestros<br />

vicios, como podía atestiguarlo Dolores Remedio, la más seductora y costosa<br />

puta <strong>del</strong> pueblo. No era que nuestras visitas a los bur<strong>del</strong>es fueran frecuentes.<br />

Nuestros gustos tenían otras direcciones, y Dolores Remedio y las de su especie<br />

sólo representaban una experiencia: una entre muchas. Fernando y yo cabalgábamos,<br />

cazábamos perdices en las llanuras, pescábamos o nadábamos en los<br />

ríos, y gastábamos más de lo que podíamos en comprar caballos. Leíamos vorazmente<br />

historia militar, memorias, poesía, ensayos, novelas: Raynal, Madame<br />

de Staël, Carnot, Benjamin Constant, Gregoire, La Condamine, Bernardin de<br />

Saint Pierre y Sieyés; Shakespeare, Eurípides, Racine, Corneille, Boileau, La<br />

Fontaine y Descartes; El siglo de Luis XIV de Voltaire y Julia o la nueva Eloísa de<br />

Rousseau. Nuestros gustos eran universales, y todo era agua para nuestro molino.<br />

Fernando pasaba horas hablándome de la historia de la provincia. En una<br />

ocasión le dije que aquél era nuestro verdadero país y no España, pues había<br />

aprendido que uno pertenecía a algo si esa pertenencia era admitida. Los criollos<br />

no podíamos considerarnos de España porque nos aceptaba con reticencia.<br />

Una vez, sentados en la noche cálida a la luz de la luna, en el pueblo de San<br />

Sebastián de los Reyes —la brigada estaba acampando—, le hablé de Hipólita,<br />

un tema que nunca había tocado antes con nadie. Le dije que yo la consideraba<br />

como una madre. Poco había conocido a la otra, aunque por supuesto<br />

la recordaba con frecuencia. Suponía que era por Hipólita que sentía que mi<br />

país era Tierra Firme y no España.<br />

69

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!