Jenkins, Henry. Convergence Culture - Get a Free Blog
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COMPRANDO AMERICAN lDOL 95<br />
se sientenatraídos por los espacios publicitarios relacionados con la serie: «l,Saben<br />
lo que hago durante los cortes publicitarios? Relleno mi boi de palomitas.<br />
Voy ai bafio. Homeo una tarta. Canto una canción. Bailo. [Me niego a aguantar<br />
esa mierda! Sin embargo, me gusta de veras el anuncio de Simon y Vanilla<br />
Coke». Incluso muchos de los que se negaban a ver el programa por su excesiva<br />
comercialización sabfan cuáles eran sus patrocinadores. En ciertos casos, los patrocinadores<br />
mejoraban la percepción pública de su marca, en tanto que otros perjudicaban<br />
potencialmente su posición. Como les contó a nuestros investigadores<br />
un espectador asiduo: «Ahora sé con certeza que AT&T Wireless, Ford y Coca<br />
Cola hacen publicidad con la serie pero hasta el aburrimiento, y ya no quiero tener<br />
nada quevercon esas marcas». Otros no podrían separar el consumismo de su<br />
participación en la serie: «[Suspirando] Sí, compré una sudadera de Old Navy<br />
porque Aiken la llevaba en el estudio en la grabación de "God Bless the USA", y<br />
yo detesto Old Navy. Normalmente odio ese tipo de cosas». No obstante, los primeros<br />
indicios apuntan a que, por regia general, cuanto más se implicaban los espectadores<br />
en American Idol,más se comprometían con sus patrocinadores.<br />
Tan íntima integración de publicidad y contenido no está exenta de riesgos,<br />
pues la credibilidad de los patrocinadores llegó a estar estrechamente ligada a la<br />
credibilidad dei propio concurso. Kozinets advierte que la participación en una<br />
comunidad de consumo acentúa nuestra conciencia del proceso de consumo y<br />
de marketing, y reafirma la sensación de resentimicnto si una empresa explota<br />
esa relación. La voz colectiva es más fuerte y a menudo más contundente que la<br />
de sus miembros individuales. Tales expresiones no sólo llegan aI oído de las<br />
empresas cuestionadas, sino también de los medios dominantes; los medias se<br />
hacencada vez más eco de las reacciones de los consumidores como «escândalos»,<br />
con lo que las empresas se sienten presionadas a responder. En ciertos casos,<br />
comenta Kozinets, las corporaciones, furiosas por su pérdida de control,<br />
amenazan o castigan a sus más fieles consumidores, perjudicando sus valiosas<br />
relaciones. Kevin Roberts sostiene que las empresas han de ver tales escándalos<br />
como oportunidades para escuchar y aprender dei núcleo más duro de sus consumidores,<br />
fortaleciendo con su sensibilidad la lealtad de éstos en lugar de destruirla<br />
con su indiferencia o su reacción desmesurada.<br />
La competición hasta el último momento entre Clay Aiken y Ruben Studdard<br />
resultó casi tan reríida como la elección presidencial de 2000, con los dos<br />
finalistas separados por poco más de 100.000 votos de un total de 24 millones<br />
de votos emitidos. Todos los votos emitidos mediante mensajes de texto llegaron<br />
a su destino y sumaron varios millones, mientras que a millones de personas<br />
que lIamaban por teléfono les daba siempre comunicando. Como explicaba<br />
un fan en una encuesta: «Las papeletas mal perforadas de Florida no son nada<br />
comparado con este estúpido procedimiento de votación», Sobre todo los partidarios<br />
de Clay armaron un gran revuelo por la imposibilidad de disponer de un<br />
recuento preciso habida cuenta de la saturación de las líneas telefónicas, y algunos<br />
alegaban que las líneas podían haberse restringido arbitrariamente para ga-