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Rosa Luxemburgo – Obras escogidas

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otro, en la falta de organización y disciplina del proletariado ruso. En un país en que la<br />

clase obrera tiene la experiencia de treinta años de vida política, un poderoso partido<br />

socialdemócrata de tres millones de afiliados y un cuarto de millón de combatientes<br />

probados, organizados en sindicatos, ni la lucha política ni la huelga de masas tienen la<br />

posibilidad de asumir el mismo carácter tempestuoso y elemental que en un estado<br />

semibárbaro que acaba de consumar el salto de la Edad Media al moderno orden burgués.<br />

Esta es la concepción en boga entre quienes deducen el grado de madurez de las<br />

condiciones sociales de un país leyendo el texto de las leyes escritas.<br />

Examinemos en orden los problemas. Para empezar, es un error enfocar el problema<br />

como si la lucha económica rusa recién hubiera comenzado con el estallido de la<br />

revolución. En realidad, las huelgas y conflictos salariales han estado siempre, y cada vez lo<br />

están más, a la orden del día, en Rusia propiamente dicha, a partir de la década de 1890, y<br />

en la Polonia rusa, donde los obreros conquistaron derechos cívicos, a partir de 1880. Pese<br />

a que desataban una feroz represión policial, eran un fenómeno cotidiano. Por ejemplo, ya<br />

en 1891 tanto en Varsovia como en Lodz había un buen fondo de huelga, y el entusiasmo<br />

sindical de aquellos años había creado en Polonia esa ilusión “económica” de corta<br />

duración que luego prevalecería en Petrogrado y el resto de Rusia.<br />

Es igualmente errónea la concepción exagerada de que el proletariado tenía, en el<br />

imperio zarista de antes de la revolución, el nivel de vida de un mendigo. El sector obrero<br />

de la gran industria en las grandes ciudades, que tuvo una participación más activa y<br />

combativa tanto en la lucha económica como en la política, posee un nivel material de vida<br />

casi tan elevado como su similar alemán; en algunos oficios los salarios rusos son tan<br />

elevados como los alemanes y, en determinados casos, más altos aun. En lo que hace a la<br />

jornada laboral, la diferencia entre las grandes industrias de ambos países es insignificante.<br />

La noción de la supuesta esclavitud material y cultural de la clase obrera rusa tampoco tiene<br />

asidero en los hechos. Esta noción se contradice, como lo demuestra un mínimo de<br />

reflexión, con el hecho en sí de la revolución y el papel prominente que desempeñó el<br />

proletariado en la misma. Con mendigos no se puede llevar a cabo una revolución de tanta<br />

madurez política y lucidez de pensamiento, y los obreros industriales de San Petersburgo y<br />

Varsovia, Moscú y Odesa, que se encuentran a la cabeza de la lucha, están cultural y<br />

mentalmente mucho más cerca del tipo europeo occidental de lo que se imaginan quienes<br />

ven en el parlamentarismo burgués y en la actividad sindical metódica la escuela<br />

indispensable, inclusive la única, para el aprendizaje del proletariado. El gran desarrollo<br />

capitalista moderno de Rusia y la década y media de influencia intelectual de la<br />

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