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Rosa Luxemburgo – Obras escogidas

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“Ya hemos visto que los conflictos que, en el siglo XIX, podrían haber llevado a<br />

pueblos amantes de la libertad a guerrear contra sus vecinos, han dejado de existir. Hemos<br />

visto en todas partes que el militarismo moderno de ninguna manera defiende derechos<br />

populares importantes, sino que apoya las ganancias. Sus actividades no apuntan a<br />

defender la independencia e invulnerabilidad de su propia nacionalidad, que en ninguna<br />

parte se ve amenazada, sino a asegurar y extender las conquistas de ultramar que sólo<br />

sirven para acrecentar las ganancias capitalistas. En la actualidad los conflictos entre<br />

estados no podrían dar lugar a guerra alguna que el proletariado no tenga el deber de<br />

repudiar enérgicamente.” (Ibídem, p. 23.)<br />

En vista de todas estas consideraciones, ¿cuál será la posición de la socialdemocracia<br />

en esta guerra? ¿Declarará, acaso: puesto que se trata de una guerra imperialista, puesto que<br />

en nuestro país no gozamos de autodeterminación socialista alguna, su existencia o no<br />

existencia nos es indiferente, y lo entregaremos al enemigo? El fatalismo pasivo jamás puede<br />

cuadrarle a un partido revolucionario como el socialdemócrata. No puede colocarse a<br />

disposición del estado clasista existente, al mando de las clases dominantes, ni esperar en<br />

silencio a que pase la tormenta. Debe adoptar una política clasista activa, una política que<br />

acicatee a las clases dominantes en toda gran crisis social y llevará a la crisis misma a<br />

trascender de lejos su alcance original. Tal es el papel que deberá desempeñar la<br />

socialdemocracia a la cabeza del proletariado combatiente. En lugar de cubrir esta guerra<br />

imperialista con el manto engañoso de la autodefensa nacional, la socialdemocracia debería<br />

haber exigido seriamente el derecho a la autodeterminación nacional, lo debería haber<br />

utilizado como palanca contra la guerra imperialista.<br />

La exigencia más elemental de la defensa nacional es que la nación tome su defensa<br />

en sus propias manos. El primer paso en este sentido es la milicia; no sólo el inmediato<br />

armamento de toda la población masculina adulta, sino también, y sobre todo, la decisión<br />

popular en todas las cuestiones referentes a la guerra y la paz. Debe exigir, además, la<br />

liquidación inmediata de toda forma de opresión política, puesto que la mayor libertad<br />

política es la mejor base para la defensa nacional. Proclamar estas medidas fundamentales<br />

de defensa nacional, exigir su realización, es el primer deber de la socialdemocracia.<br />

Durante cuarenta años hemos tratado de demostrar tanto a las masas como a las<br />

clases dominantes que sólo la milicia es capaz de defender a la patria y hacerla invencible. Y, sin<br />

embargo, ante la primera prueba, pusimos la defensa de nuestro país en manos del ejército<br />

permanente como si tal cosa, para convertirnos en carne de cañón bajo el garrote de las<br />

clases dominantes. Nuestros parlamentarios aparentemente ni se dieron cuenta de que las<br />

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