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Rosa Luxemburgo – Obras escogidas

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econocer en todas sus relaciones y del que ninguna nación se puede apartar a voluntad.<br />

Solamente desde este punto de vista es posible comprender correctamente el problema de<br />

la “defensa nacional” en la guerra actual.<br />

El estado nacional, la unidad nacional y la independencia fueron el escudo ideológico<br />

bajo el cual se constituyeron las naciones capitalistas de Europa central en el siglo pasado.<br />

El capitalismo es incompatible con las divisiones económicas y políticas que acompañan el<br />

desmembramiento en pequeños estados. Para desarrollarse requiere grandes territorios<br />

unificados y un grado de desarrollo mental e intelectual de la nación que eleve las tareas y<br />

necesidades de la sociedad a un plano concomitante con el estadio prevaleciente de la<br />

producción capitalista y el mecanismo del moderno dominio de clase capitalista. El<br />

capitalismo, antes de poder desarrollarse, trató de crear para sí un territorio demarcado en<br />

forma tajante por las limitaciones nacionales. Este programa se realizó únicamente en<br />

Francia en la época de la Gran Revolución, puesto que en la herencia nacional y política<br />

que la Edad Media feudal legó a Europa, esto podría ser fruto únicamente de medidas<br />

revolucionarias. En el resto de Europa esta nacionalización, al igual que el movimiento<br />

revolucionario en su conjunto, siguió siendo un remiendo de promesas semicumplidas. El<br />

Imperio Germano, la Italia moderna, Austria-Hungría, Turquía, el Imperio Ruso y el<br />

Imperio Británico mundial son pruebas vivientes de este hecho. El programa nacional<br />

podía desempeñar un papel histórico siempre que representara la expresión ideológica de<br />

una burguesía en ascenso, ávida de poder, hasta que ésta afirmara su dominación de clase<br />

en las grandes naciones del centro de Europa de uno u otro modo, y creara en su seno las<br />

herramientas y condiciones necesarias para su expansión. Desde entonces, el imperialismo<br />

ha enterrado por completo el viejo programa democrático burgués reemplazando el<br />

programa original de la burguesía en todas las naciones por la actividad expansionista sin<br />

miramientos hacia las relaciones nacionales. Es cierto que se ha mantenido la fase nacional<br />

pero su verdadero contenido, su función ha degenerado en su opuesto diametral. Hoy la<br />

nación no es sino un manto que cubre los deseos imperialistas, un grito de combate para las<br />

rivalidades imperialistas, la última medida ideológica con la que se puede convencer a las<br />

masas de que hagan de carne de cañón en las guerras imperialistas.<br />

Esta tendencia general del capitalismo contemporáneo determina las políticas de los<br />

estados individuales como su ley suprema y ciega, así como las leyes de la competencia<br />

económica determinan las condiciones de producción del empresario individual.<br />

Supongamos un instante, para seguir la discusión e investigar el fantasma de las<br />

“guerras nacionales” que controla en este momento la política socialdemócrata, que en uno<br />

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