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Rosa Luxemburgo – Obras escogidas

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derrota se ha convertido en la gran aspiración de los obreros de Alemania, Francia,<br />

Inglaterra y otros países, al igual que para las clases dominantes de esas naciones. Cuando<br />

truenan los cañones, todos los intereses proletarios ceden ante los deseos de victoria —para<br />

su país, es decir, de derrota del enemigo. Y, sin embargo, ¿qué puede traerle la victoria al<br />

proletariado?<br />

Según la versión oficial de los dirigentes de la socialdemocracia, aceptada rápidamente<br />

y sin críticas, la victoria alemana significaría para Alemania una expansión industrial<br />

ilimitada; la derrota, la ruina industrial. Esta concepción coincide, en términos generales,<br />

con la que se sostenía durante la guerra de 1870. Pero la etapa de expansión capitalista que<br />

siguió a la guerra de 1870 no fue producto de la guerra, sino más bien de la unificación<br />

política de los distintos estados alemanes, aunque esta unificación tomó la forma de la<br />

figura lisiada que Bismarck llamó Imperio Germano. El ímpetu industrial provino de la<br />

unificación, a pesar de la guerra y los distintos escollos reaccionarios que la siguieron. Lo<br />

que consiguió la guerra fue implantar la monarquía militar y el gobierno junker prusiano en<br />

Alemania; la derrota de Francia en cambio provocó la caída de su imperio y la instauración<br />

de una república.<br />

Pero hoy la situación es diferente para todas las naciones afectadas. Hoy la guerra no<br />

actúa como fuerza dinámica capaz de proveerle al capitalismo joven y en ascenso las<br />

condiciones- políticas indispensables para su desarrollo “nacional”. La guerra moderna<br />

cumple este papel únicamente en Servia, como fragmento aislado. Reducida a su<br />

significación histórica objetiva, la guerra no es sino la competencia armada de un<br />

capitalismo plenamente desarrollado que lucha por la hegemonía mundial, por la<br />

explotación de los remanentes de las áreas no capitalistas del mundo. Esto otorga a la<br />

guerra y a sus consecuencias políticas un carácter enteramente nuevo. El alto grado de<br />

desarrollo industrial mundial de la producción capitalista se refleja en el extraordinario<br />

avance tecnológico destructivo de los instrumentos de guerra, así como en el grado de<br />

perfección prácticamente uniforme que ha alcanzado en todos los países beligerantes. La<br />

organización internacional de la industria bélica se refleja en la inestabilidad militar que<br />

vuelve la balanza, a través de estadios y variaciones parciales, a su verdadero punto de<br />

equilibrio y posterga la decisión final para un futuro cada vez más remoto. Por otra parte, la<br />

indecisión de los resultados militares provoca una afluencia constante de reservas nuevas al<br />

frente, provenientes tanto de las naciones beligerantes como de países hasta hoy<br />

considerados neutrales. En todas partes la guerra encuentra material suficiente para los<br />

deseos y conflictos imperialistas, o crea ella misma combustible para alimentar la hoguera<br />

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