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Rosa Luxemburgo – Obras escogidas

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de Kishinev, que hacía que el vigilante de la esquina fuera el único representante que<br />

quedaba de la dignidad humana. *<br />

El espectáculo ha terminado. El telón ha descendido sobre los trenes colmados de<br />

reservistas, que parten en medio de la alegre vocinglería de muchachas entusiastas. Ya no<br />

vemos sus rostros risueños, sonriendo alegremente desde las ventanillas del tren a una<br />

población hambrienta de guerra. Trotan silenciosamente por las calles, con los atados al<br />

hombro. Y el público, con rostro preocupado, vuelve al quehacer diario.<br />

En la atmósfera de desilusión de la pálida luz del día resuena otro coro: el severo<br />

graznar de los gavilanes y las risas de las hienas del campo de batalla. Diez mil tiendas,<br />

garantizadas según las instrucciones, cien mil kilos de tocino, cacao en polvo, sustituto del<br />

café, pagadero contra entrega. Metralla, instrucción militar, bolsas de municiones, agencias<br />

matrimoniales para las viudas de guerra, cinturones de cuero, órdenes de guerra: sólo se<br />

tendrán en cuenta las propuestas serias. Y la carne de cañón que subió a los trenes en<br />

agosto y setiembre se pudre en los campos de batalla de Bélgica y los Vosgos mientras las<br />

ganancias crecen como yuyos entre los muertos.<br />

Los negocios florecen sobre las ruinas. Las ciudades se convierten en escombros,<br />

países enteros en desiertos, aldeas en cementerios, naciones enteras en mendigos, iglesias<br />

en establos. Los derechos del pueblo, las alianzas, los tratados, las palabras santas, las más<br />

grandes autoridades, están hechos pedazos; cada soberano por la gracia de Dios recibe el<br />

mote de estúpido, de desgraciado y desagradecido por parte de su primo del otro lado de la<br />

frontera; cada canciller califica a sus colegas de los países enemigos de criminales<br />

desesperados; cada gobierno mira a los demás como si fueran el ángel malo de su pueblo,<br />

digno tan sólo del desprecio del mundo. El hambre campea en Venecia, en Lisboa, en<br />

Moscú, en Singapur; la peste en Rusia, la miseria y la desesperación en todas partes.<br />

Avergonzada, deshonrada, nadando en sangre y chorreando mugre: así vemos a la<br />

sociedad capitalista. No como la vemos siempre, desempeñando papeles de paz y rectitud,<br />

orden, filosofía, ética, sino como bestia vociferante, orgía de anarquía, vaho pestilente,<br />

devastadora de la cultura y la humanidad: así se nos aparece en toda su horrorosa crudeza.<br />

* Se refiere a los rumores oficiales y semioficiales que circulaban a principios de agosto para justificar la<br />

declaración de guerra: que las tropas rusas habían penetrado en Alemania, que los ejércitos franceses habían<br />

bombardeado Nuremberg, que un médico francés había envenenado los pozos en Montsigny, que dos franceses<br />

habían sido muertos al intentar volar un túnel ferroviario. “Aire de Kishinev” simboliza una atmósfera de pogromo.<br />

[N. ed. norteamericana.]<br />

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