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Rosa Luxemburgo – Obras escogidas

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<strong>Rosa</strong> fue siempre escritora y agitadora. Su actuación pública la colocaba siempre en<br />

un primer plano; pero no fue buena organizadora. No le interesaba el funcionamiento del<br />

partido, las finanzas, la clandestinidad, las dificultades para lograr la publicación de la<br />

literatura partidaria y los mil y un detalles a solucionar si se quiere construir una<br />

organización eficiente. Tales cosas eran tarea de Jogiches, de quien se dice que era un<br />

hombre competente, aunque dominador y a veces autocrático. El se mantuvo fuera de la<br />

luz pública, organizando el PSDPyL, y durante la guerra la Liga Espartaco, con callada<br />

eficiencia. Sin embargo, Jogiches era un agudo pensador político, y fue la “caja de<br />

resonancia” de <strong>Rosa</strong> durante muchos años. Es indudable que <strong>Rosa</strong> <strong>Luxemburgo</strong> elaboró<br />

muchas de sus ideas en sus conversaciones y debates con él, que a su vez fue su crítico más<br />

severo. Aunque la sombra de <strong>Rosa</strong> lo ha tapado, desempeñó un papel importante en el<br />

movimiento socialista internacional de principios del siglo XX.<br />

Las primeras batallas con el PSP en tomo al problema del nacionalismo repercutieron<br />

en la Segunda Internacional, partiendo del problema de las delegaciones al tercer congreso,<br />

celebrado en 1893. <strong>Rosa</strong> exigió el derecho de participar en el congreso como representante<br />

de una tendencia polaca con publicaciones propias, pero las poderosas conexiones del PSP<br />

pudieron más y <strong>Rosa</strong> perdió la batalla.<br />

Para el congreso de 1896 ya nadie cuestionaba su derecho a ser delegada. Su<br />

reputación se había incrementado en esos años y sus artículos aparecían con frecuencia<br />

cada vez mayor en los grandes periódicos socialdemócratas de Europa occidental. Pronto<br />

comenzó a polemizar sobre la cuestión nacional con Karl Kautsky, Wilhelm Liebknecht y<br />

otras autoridades reconocidas del movimiento marxista.<br />

Al completar sus estudios, en 1897, decidió trasladarse a Alemania, donde podría<br />

desempeñar un papel activo en un partido grande e influyente y ganarse la vida como<br />

publicista, escribiendo para las publicaciones del Partido Social Demócrata alemán (PSD).<br />

El primer problema a resolver era el de su ciudadanía. Como extranjera, las autoridades<br />

alemanas podían fácilmente obligarla a abandonar toda actividad política. La solución fue<br />

su casamiento con el hijo alemán de un amigo de toda la vida. En abril de 1897 se casó con<br />

Gustav Lubeck, obteniendo así la ciudadanía alemana de por vida, y los dos se separaron en<br />

la puerta del Registro Civil. Obtuvieron el divorcio cinco años más tarde.<br />

Después de una prolongada estadía en París, <strong>Rosa</strong> se trasladó a Berlín en la<br />

primavera de 1898, donde jugó un papel de importancia en la lucha contra los intentos de<br />

Eduard Bernstein de trasformar a la socialdemocracia en un partido reformista. Dos años<br />

más tarde, Jogiches se pudo reunir con ella en Alemania.<br />

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