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4.1.3. El entorno de la viviendaSi la vivienda es de una importancia capital para los mayores, tanto desde el punto de vista instrumental como social yaun simbólico, no lo es menos el entorno en el que su casa está situada. Se ha llegado a afirmar que para los mayores,“el área alrededor de la vivienda es tan importante como la casa en la que viven” (Rojo y Fernández-Mayoralas, 2002:165). La dimensión simbólica del entorno alude, como en el caso de los hogares, a la identidad de los mayores, el barrioo el municipio, el vecindario en el que se ha vivido siempre o una buena parte de la vida puede ser un elemento de continuidaden la historia personal o de ruptura e incluso desarraigo si las condiciones y características del mismo han variadosustancialmente con respecto a las que se conocieron en otros tiempo. La dimensión social del entorno está relacionadacon los contactos sociales de proximidad, seguramente los más frecuentes y cotidianos para muchas personasmayores, los vecinos y otras personas próximas a la vivienda. Por fin, la dimensión más instrumental se refiere a la medidaen que las características de ese medio, ahora físico, favorecen u obstaculizan la vida cotidiana de los mayores. Rojoy Fernández-Mayoralas (2002: 2) destacan la importancia de la relación entre ese medio físico y las capacidades y competenciaspersonales. A su juicio, si la relación entre ambos términos es inadecuada puede conducir a una verdadera rupturaentre los mayores y su entorno, que implica por sí misma la pérdida de la autonomía personal y, desde luego, la restricciónen el número de actividades, en su contenido e intensidad.No obstante, las relaciones entre las personas y su medio físico rara vez son determinantes, y los mayores comolas personas de cualquier edad, no son meros sujetos pasivos en esa relación. Algunos mayores, sobre todo entrelos más veteranos, se repliegan sobre el espacio doméstico, reducen poco a poco sus salidas e incluso la distanciaque recorren en cada una de ellas. Pero ese comportamiento puede ser resultado tanto de las dificultades físicaspropias o del entorno, como de un menor gusto por el exterior o incluso de una estrategia activa de adaptación entrelos deseos y las posibilidades reales. Además, el repliegue sobre el ámbito doméstico no significa confinamiento enel hogar, que es una situación que afecta a una fracción minoritaria de los mayores (Caradec, 2001: 78), ni significaexactamente aislamiento. Muchos mayores reducen su espacio vital al hogar y sus proximidades, pero suelen tener“espacios secundarios” como un bar o un club de mayores, lo que les permite salir de la casa y mantener contactossociales. Pero incluso, dentro del propio hogar los mayores siguen teniendo posibilidades de mantener contactoscon el exterior a través de los medios de comunicación de masas, de las conversaciones con personas que vienen avisitarlos o atenderlos, a través de conversaciones telefónicas o, simplemente mirando por la ventana. De maneraque ni siquiera el confinamiento supone un desistimiento de la vida social por parte de los mayores. Estas consideracionesnos invitan a analizar las condiciones del entorno de las viviendas de forma relativa, como restricciones ocondicionamientos a las conductas de los mayores, pero no de una manera determinante. Es decir, que unas buenascondiciones del medio no garantizan nada por sí mismas, pero tampoco lo contrario, que las actitudes y comportamientosde los mayores puedan explicarse exclusivamente en referencia a las barreras que ese entorno pudieracontener. Además, hay que tener presente que el análisis de ese medio no puede ser meramente físico, de nuevo, lossignificados cobran importancia en su interpretación. Probablemente, y como sucede con las viviendas, ese tipo deconsideraciones son las que explican la elevada satisfacción de los mayores con sus barrios o municipios: tansólo uno de cada diez mayores manifiesta una insatisfacción patente a este respecto, en una valoración que resultamuy próxima a la que se realiza con respecto a las viviendas (Tabla 4.26). Quizá este paralelismo pueda explicarsepor el hecho de que los mayores perciben ambos aspectos, vivienda y vecindario, como facetas inseparables de algocomún, su medio de vida habitual y, seguramente, también, esta valoración tiene más que ver con sus deseos deindependencia y de conservarse en ese medio de vida que proporciona continuidad y sentido a sus biografías individuales,que con las características objetivas del mismo. Preguntados por la presencia de problemas concretosen el vecindario, se confirma la impresión positiva que los mayores perciben, ya que unos cuatro de cada diez mayoresmanifiestan no tener ninguno en especial (Tablas 4.27 y 4.28). Entre los que responden las quejas más frecuentesse refieren a la calidad ambiental y al tráfico, en correspondencia con la queja con respecto a los ruidos querecogía la encuesta en las preguntas sobre las viviendas. A continuación aparece otro problema tradicional, el de lainseguridad ciudadana, ya se sabe que los mayores son más sensibles a estas cuestiones, aunque suelen ser víctimasmenos frecuentes sobre todo de los grandes delitos, no tanto de los menores. Los mayores también destacan carenciasen determinados servicios y dotaciones, más generales que específicos y la presencia de barreras arquitectónicasy suciedad.4. CONDICIONES MATERIALES DE VIDA171