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larma) que están marcados por la edad, pero sobre todo porque la mayor parte de las cosas están pensadas para ser utilizadaspor adultos válidos y son difíciles de usar para quienes pierden vigor físico. Normalmente la llegada de la vejez no esaceptada en un primer momento por quienes la experimentan, de hecho, muchas personas manifiestan una discrepanciafundamental entre la imagen que ellos tienen de sí mismos y la mirada que les devuelven los otros. Este es también un temarecurrente en los poetas (Diez de Revenga, 1988: 49), pero también en los escritos biográficos sobre la vejez que nos handejado muchos pensadores (Bobbio, 1997). La idea está también de una forma más radical en Améry (2001). De hecho, segúnCaradec, buena parte de la experiencia de los mayores se puede explicar por este desfase entre la imagen propia y el reflejoque el espejo de los demás devuelve, que puede conducir a un intento continuo y por todos los medios a su alcance dedistinguirse de los viejos, o a un sentimiento de estar bajo vigilancia, ya que un paso en falso o cualquier síntoma de lentitudo de reducción de la actividad puede implicar la sanción de los individuos jóvenes, válidos y vigorosos y la devoluciónde una imagen devaluada como viejo.Pero aquí terminan las cosas que los mayores comparten. Hace tiempo que se viene señalando la importancia de las diferenciasentre ellos. Y es que, en muchas ocasiones, las diferencias en las prácticas, las actitudes y valores son más importantesdentro de la propia categoría de los mayores —por ejemplo, entre hombres y mujeres— que entre éstos y las personasde otras edades. Desde muy antiguo se tiene conciencia de la diferencia fundamental entre la vejez válida y la vejezvaletudinaria, en expresión de José Luis López Aranguren (1992), de hecho la ambivalencia de la imagen de la vejez derivaseguramente de la constancia de esta distinción (Troyanski, 1992; Bourdelais, 1993; Minois, 1987). Los tres autoreshan contribuido a sustituir la idea comúnmente aceptada sobre la variación en la imagen y la posición social de losmayores a lo largo de la historia. Simone de Beauvoir (1983) fue quizá la persona que más hizo por la difusión de esaidea tópica de la existencia de un tiempo perdido en la que los mayores gozaban de la aceptación, el respeto y la veneraciónde los suyos, una época en la que cumplir años implicaba ganar en consideración social y la posibilidad de ocuparlas posiciones sociales más altas; la modernidad habría supuesto la ruptura entre esa arcadia feliz de otros tiemposy la manera actual de ver a los mayores, en la que la vejez supone un estatus disminuido y marginal (San Román, 1990).Revisiones más recientes de los testimonios históricos han puesto en duda esa explicación, destacando el carácter ambivalente—positivo y negativo— al mismo tiempo de la valoración de la vejez a lo largo de la historia. La historia tambiénmuestra testimonios importantes de las discrepancias fundamentales entre los mayores de las clases más acomodadasy de las clases populares, o entre la vejez femenina y masculina. Sin embargo, más allá de las grandes variables, la manerade interpretar esas diferencias podría consistir en la diferenciación de estilos de vida en la vejez.El concepto de estilo de vida alude a los comportamientos de la vida cotidiana e implica que esas conductas están influidasno sólo por variables socioeconómicas, como la renta o el hábitat, sino también por otros factores que tienen másque ver con lo simbólico o cultural: los deseos, las ideas y las imágenes (Orizo, 1998: 269-70). Además, el estilo de vidatiene una manifestación visible a través del lenguaje, el vestido y el aspecto exterior, los gustos y aficiones, las relacionesfamiliares y de amistad e, incluso, la vivienda, pero sobre todo en el consumo y las actividades cotidianas. Existenalgunos antecedentes, relativamente alejados en el tiempo, de esta forma de análisis de la vejez que implica una deconstrucciónde la categoría de los mayores. El más sencillo es, probablemente, el que elaboró un equipo de investigacióndirigido por Paul Paillat (1989), su tipología de estilos de vida en la vejez se basa en una combinación de variables referidasa la sociabilidad y a las actividades diarias de los mayores obtenidas a través de encuesta. La sociabilidad se clasificasegún su intensidad (débil, media o fuerte) y según las personas con las que se comparte (asociativa, si las relacionesse orientan sobre todo a los iguales, o familiar, si las relaciones discurren fundamentalmente en el marco de esta institución).Las actividades se clasifican según su número y diversidad de contenidos (en cuatro grados: fuerte, medio, bajoy muy bajo) y según sean actividades tradicionales (que incluye actividades como el juego de la petanca, la pesca o elbricolaje) o novedosas (como el deporte y actividades culturales como ir al cine o visitar museos). La combinación deestas variables da lugar a cinco formas de experimentar la vejez que, ordenadas de menor a mayor grado de sociabilidady actividad, son las siguientes: jubilación abandono, jubilación descanso (retranchée en el original, literalmente significaen la trinchera), jubilación intimista, jubilación distendida (originalmente conviviale, que significa literalmente distendidasi alude al transcurso de una reunión, de manera que podría indica una viviencia dominada por la facilidad para lasrelaciones sociales, pero quizá con una sociabilidad algo superficial) y jubilación ocio. La jubilación ocio se caracterizabásicamente por el predominio de actividades nuevas, mientras que en las cuatro restantes las actividades son sobre todode carácter tradicional. En este estilo los mayores realizan actividades numerosas y variadas y a cambio sus relacionespersonales, familiares y asociativas sólo son de nivel medio. La jubilación distendida se caracteriza, sobre todo, por unasociabilidad muy intensa, tanto dentro de la familia como entre iguales. En la intimista, tanto el nivel de actividad comoel de sociabilidad, son intermedios. En la jubilación descanso hay pocas actividades y un nivel de sociabilidad intermedio,pero centrado en la familia. Y, por fin, la jubilación abandono se caracteriza por la realización de muy pocas activi-5. LA EXPERIENCIA DE ENVEJECER205