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Es posible que las mujeres esperen precisamente que a la jubilación de sus maridos puedan aprovechar con ellos ese nuevotiempo libre, que puede darles la oportunidad de realizar algunas actividades que solas no harían; en este sentido, la presenciade los hijos en el hogar puede representar un impedimento o una quiebra de sus expectativas que se manifieste ensus estados de ánimo y sus sentimientos generales ante la vida.LA ESTRUCTURA SOCIAL DE LA VEJEZ EN ESPAÑA / Nuevas y viejas formas de envejecer26En cualquier caso es importante considerar las consecuencias de estas formas de convivencia porque efectivamente las tendenciasdemográficas actuales sugieren que el nido será cada vez más difícil de vaciar o que incluso será más fácil que se vuelvaa llenar con el retorno de los hijos al hogar (Schaie & Willis, 2003: 158). Todo indica que, efectivamente, se mantendrá latendencia a la emancipación tardía. González Blasco (2006: 201) identifica un cierto retroceso de este comportamiento entrelas personas más jóvenes (menores de 24 años), pero este efecto bien pudiera deberse a la presencia de jóvenes inmigrantesque tienen pautas de emancipación y acceso a la vida adulta muy diferentes a las de los españoles de origen. Según el mismoautor, la emancipación tardía se produce por la dificultad de acceso a dos bienes externos a la familia y claves en la dependenciade los jóvenes: la vivienda y un puesto de trabajo, o por la prolongación de los estudios formales, pero también comoconsecuencia de la transformación del clima de relaciones dentro del hogar de origen que queda caracterizado por la permisividad,las escasas obligaciones y un alto margen de libertad personal y por ventajas económicas. La emancipación tardía produce,a su juicio, un deslizamiento psico-generacional como consecuencia de la postergación de “acontecimientos que marcanla vida y señalan el tránsito de unas etapas a otras de la existencia (González Blasco, 2006: 199). La cuestión relevante eneste sentido es si estas tendencias acabarán o no cristalizando en normas sociales o incluso como se ha sugerido en una nuevaetapa de la vida a la que se ha denominado “moratoria” o “juventud adulta”. Es decir, hasta qué punto se trata de una solucióntransitoria para problemas coyunturales o, más bien, de una tendencia estructural llamada a consolidarse en el futuro. Elhecho de que se produzca no sólo en nuestro país, sino en otros de nuestro entorno y de que la tendencia tenga ya una ciertaantigüedad en el tiempo, parece avalar la hipótesis de que está llamada a traducirse en conducta normativa en el próximofuturo. También se ha señalado que esta tendencia podría ser resultado del propio proceso de envejecimiento en el sentidode que el aumento de la esperanza de vida relaja la urgencia reproductiva de las poblaciones (Pérez Díaz, 2002) y, por tanto,las personas más jóvenes no se ven impelidas a formar sus propias familias y, por extensión, a acceder a la vida adulta.Los hombres que comparten sus domicilios con algún hijo se sienten más alegres y más ilusionados; los varones tambiénextraen sus sentimientos de utilidad de la presencia de los hijos en el hogar. Sin embargo, el sentimiento de felicidad, queimplica una mayor plenitud, se beneficia más de la presencia de la pareja en la vivienda. Es posible que para los varones, lapresencia de la pareja signifique que todo está completo, pero también es posible que se deba a que la felicidad se relacionamás con los sentimientos amorosos. La tristeza, de forma complementaria a la alegría, también la definen los varones másvinculada a la presencia de la pareja que a la de los hijos. También sucede así con “sentirse deprimido” que parece, en principio,un estado más serio. En los más leves, como el aburrimiento o la intranquilidad, los hijos protegen más que las parejas.Las mujeres, sin embargo, otorgan mayor importancia a las parejas por encima de los hijos; consecuentemente, la pérdida dela pareja parece muy significativa en las mujeres, así lo indica el hecho de que los sentimientos negativos aparezcan conmayor asiduidad en las mujeres que viven sin pareja y con alguno de sus hijos y que los sentimientos positivos sean másraros. En muchos casos esta situación resulta en un tono vital más bajo y en sentimientos más negativos que los que procurala vida en soledad, la diferencia de edades entre las mujeres con una y otra forma de convivencia, muy pequeña, no lo justifica.Así sucede con la alegría, las ganas de hacer cosas o la felicidad que, como en el caso de los varones, está muy relacionadacon la presencia de la pareja. Las mujeres también extraen sus sentimientos de utilidad de la presencia de los espososy no tanto de los hijos. Entre los sentimientos negativos, el aburrimiento también es menos frecuente en las mujeres queviven en parejas, como la depresión o la tristeza; las diferencias son menos marcadas en el caso del nerviosismo. Además,para las mujeres, la vida en solitario es menos determinante que para los hombres.La diferencia de género aparece también en la relación entre formas de convivencia y sentimientos generales ante la vida: lasmujeres que viven sólo con su pareja están más satisfechas; los hombres lo están si viven en pareja y sobre todo si viven enpareja y con hijos. En la satisfacción con las relaciones de pareja el efecto es especialmente notable: las mujeres que viven sólocon sus maridos están más satisfechas que si están acompañadas de algún hijo; en el caso de los hombres las diferencias noson significativas. En la valoración de las relaciones familiares, lo primero que llama la atención es la relativamente baja satisfacciónde los hombres solos, entre las mujeres la soledad no produce valoraciones tan distintas. De nuevo, la presencia de loshijos es más significativa en los varones y, en las mujeres, la pareja. Los síntomas de aislamiento de los varones que viven solosvuelven a manifestarse en la valoración del apoyo que prestan o reciben de otras personas; entre las mujeres no sucede así,las mujeres solas están más satisfechas con su red de apoyos que otras que viven con su pareja o con su pareja e hijos; quizáporque para estas últimas el cuidado de la pareja y la familia, que debiera tener algún efecto sobre la valoración del apoyoque prestan, no es nada fuera de lo ordinario. Los que más destacan, hombres y mujeres, por su satisfacción a este respecto,son los que viven sin pareja y con algún hijo.