Texto completo de la publicación (1923 Kb. pdf) - Imserso

5. LA EXPERIENCIA DE ENVEJECEREn las décadas pasadas uno de los grandes asuntos de preocupación en la sociología española era la discusión sobre elocio, quizá en los últimos años, el interés ha decaído a favor de otros temas, pero no en la sociología de la vejez; este esuno de los grandes asuntos hoy, y seguramente lo será todavía durante muchos años. La prolongación de la esperanzade vida, junto con la generalización de la jubilación y las pensiones, ha convertido a la vejez en una amplia categoríasocial que tiene entre sus características más importantes la disposición de tiempo libre. Sin embargo el final de las obligacionesproductivas y reproductivas que implica la vejez no sólo implica tener más tiempo, sino, además, un cambio ensu distribución y en el carácter no constreñido del tiempo que se libera (Iglesias, 2001: 25). Para los varones y las mujerestrabajadoras el cambio es bastante claro, la jubilación modifica las actividades y hábitos cotidianos, el ritmo de la vidaque han venido desarrollando desde que se hicieron adultos. Entre quienes no han desarrollado una actividad remunerada,el cambio puede ser menos radical, pero también es notorio, además, muchas mujeres modifican sustancialmentesus actividades cuando los esposos se jubilan, ocupando una parte sustancial de su tiempo en actividades de ocio compartido(Wilson, 1996: 149). Los cambios no se producen en la misma medida en todas las personas, muchas mujerescontinúan teniendo obligaciones familiares hasta edades muy altas; quienes viven solos ocupan más tiempo en las actividadesdenominadas de supervivencia que quienes disponen de alguien bajo su mismo techo con quien compartir estasactividades; algunos trabajadores, fundamentalmente agricultores y artesanos, pueden continuar sus actividades aunquequizá con menor intensidad y urgencia que en años anteriores. La trascendencia de estos cambios es también notable,en la medida en que el tiempo libre permite también una mayor pluralidad en las actividades y en los estilos de viday esa variedad debilita las normas sociales que constriñen las conductas de los mayores (Laslett, 1987).Las reflexiones de la sociología del ocio nos advierten además de que ocio y tiempo libre no son conceptos equivalentes.Tiempo libre es todo aquel que no está constreñido por el trabajo o por las actividades necesarias para la supervivencia, peroel ocio tiene otro significado. Existe una noción tradicional que lo define como un conjunto de actividades con fines recreativoso terapéuticos; concebidas como actividades de recuperación que garanticen el buen rendimiento en el trabajo; eneste sentido, el ocio adquiere una legitimidad funcional entre las clases trabajadoras de la sociedad industrial; cualquier otraforma de ocio sólo está reservada a las clases privilegiadas. Pero el ocio moderno ya no es subsidiario del tiempo de trabajoy su funcionalidad descansa en su contribución al desarrollo personal. Su ámbito es más restringido que el del tiempolibre, de manera que toda actividad de ocio lo es de tiempo libre, pero no todo el tiempo libre es ocio y aquí radicaría laimportancia de su análisis en la vejez, puesto que a juicio de algunos, la disposición de tanto tiempo libre en los mayores,se habría convertido en un problema social al que es necesario dar respuesta (Ruiz Olabuenaga, 1995). La cuestión se complicaporque los mayores disponen de menos recursos educativos, que resultan críticos para la práctica del ocio y, además,se han incorporado tarde a la sociedad del ocio (Díaz de Rada, 2001; Pérez Ortiz, 2003).En efecto, la sociedad del ocio llega a España básicamente con la transición democrática, algunas prácticas se habíanempezado a difundir antes, como el turismo o los medios de comunicación de masas, pero otras tardarían más en llegar.La información que nos ofrece la ECVM04 sobre las actividades de ocio de los mayores proceden de una muestra que enel año 2004 tenía una edad media de unos 74 años, es decir, que el “entrevistado medio” nació en 1930, llega a la transicióndemocrática con 45 años, cuando todavía la sociedad del ocio está en sus orígenes en nuestro país. Seguramentelas generaciones más jóvenes se incorporaron masivamente y con una cierta naturalidad a los nuevos comportamientos,pero los 45 años es una edad en la que la mayor parte de las conductas y los modos de pensar están ya bastante asentados(De Miguel, 2002: 9) y, por tanto, es difícil que los mayores de hoy sean hijos de aquella sociedad del ocio. Por lascaracterísticas de estas nuevas prácticas, el nivel de estudios es una variable fundamental y los mayores son los peordotados de estos recursos, de manera que sus posibilidades de ser “ciudadanos del ocio” se reducen aún más. Todavía ala altura de mediados de la década de los noventa, Ruiz Olabuenaga (1995: 1957) clasifica a los mayores como personasal margen de las actividades de ocio, especialmente los mayores pertenecientes a las clases populares. Lo cierto es que,en parte por “contagio generacional” o ambiental y en otra parte por el impulso de las políticas de vejez, los mayorestambién se van incorporando a esta nueva forma de vida, aunque de una forma especial.Los cambios que implican la sociedad del ocio no se refieren tanto a la disposición de más tiempo libre, ni siquiera a que serealicen más actividades, sin embargo, el ocio tiene en las sociedades actuales un carácter completamente diferente.Siguiendo a Ruiz Olabuenaga (1995: 1957), es difícil pensar que en las sociedades actuales la mayor parte de las personastengan más tiempo libre que en las sociedades agrarias. El concepto de ocio que propone incluye la aportación de Elias yDunning (1986) que reclaman su orientación hacia la estimulación de las emociones, de manera que la finalidad de las actividadesde ocio no es sólo la relajación, sino, sobre todo, la estimulación y la hilaridad (Ruiz Olabuenaga, 1995: 1886).Entendido de esta forma, también otras sociedades tenían oportunidades de ocio, por ejemplo, aquellas en las que la falta5. LA EXPERIENCIA DE ENVEJECER197