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Tendiendo Puentes hacia la Interculturalidad Ponencias

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1. Lo natural de toda sociedad humana es que presentan culturas propias. Y a su vez<br />

sub-culturas; de c<strong>la</strong>se, sociales, de género, étnicas, etc...<br />

2. Mediante el estudio comparativo se constata que en <strong>la</strong> humanidad lo natural es el<br />

pluralismo cultural y no el monismo cultural.<br />

3. Y que <strong>la</strong> convivencia de sociedades implica <strong>la</strong> convivencia de distintas tradiciones<br />

culturales: podemos l<strong>la</strong>marlo multiculturalismo positivo.<br />

4. Cuando introducimos <strong>la</strong> noción de derechos de <strong>la</strong>s sociedades a <strong>la</strong> diferencias<br />

culturales, entonces parece que entramos de lleno en <strong>la</strong> discordia de los re<strong>la</strong>tivismos y<br />

<strong>la</strong> inmutabilidad de <strong>la</strong>s esencias culturales frente al hecho de <strong>la</strong> interculturalidad<br />

ineludible: por ejemplo, <strong>la</strong> mutua interdependencia de <strong>la</strong>s culturas puede suceder a<br />

través de <strong>la</strong>s personas, tanto a esca<strong>la</strong> individual o colectivamente y también, a varias<br />

esca<strong>la</strong>s de tiempo, de forma contingente o tras <strong>la</strong>rgos procesos de enriquecimiento<br />

mutuo.<br />

Si procuramos no enredarnos errónea o parcialmente con dichos conceptos, entiendo<br />

que el re<strong>la</strong>tivismo cultural es una concepción peligrosa (o negativa) del<br />

multiculturalismo. La reflexión sobre los argumentos del re<strong>la</strong>tivismo cultural me hace<br />

entender que este invoca una especie de esencialismo radical-sobrenatural inherente a<br />

todas <strong>la</strong>s culturas, el cual no puede ser mutado, asimi<strong>la</strong>do, erradicado, sincretizado,<br />

interpretado o conjugado desde los esencialismos de <strong>la</strong>s otras culturas.<br />

A estas alturas estamos c<strong>la</strong>ramente situados en <strong>la</strong> siguiente perspectiva: Está c<strong>la</strong>ro<br />

que si profundizamos en los axiomas del re<strong>la</strong>tivismo cultural acabamos en un bucle de<br />

absolutismo caleidoscópico con el cual –y de forma esquizoide– <strong>la</strong> trama íntima de <strong>la</strong>s<br />

re<strong>la</strong>ciones humanas queda desconsiderada, y su tejido se descondiciona de forma<br />

inconmensurable hecho a hecho, momento a momento.<br />

Las personas paradójicamente, siendo seres socioculturales presentamos una aptación<br />

para crecer subjetivamente de forma irrestricta, podemos ir más allá de <strong>la</strong> matriz de<br />

significados de nuestra cultura de origen. Por ejemplo, debido a lógicas necesidades<br />

de supervivencia o motivos sentimentales, <strong>la</strong>s personas pueden decidir o conseguir<br />

incorporar en su cosmogonía personal elementos, códigos, creencias de otra cultura<br />

diferente. Este hecho vital, constatable con múltiples ejemplos, por sí mismo rompe<br />

“desde dentro” <strong>la</strong> utopía “estanca” del re<strong>la</strong>tivismo cultural.<br />

Pero no deja de ser tan interesante como sensible el reto constante que en <strong>la</strong>s<br />

re<strong>la</strong>ciones culturales supone encontrar los justos límites éticos entre tolerancia o<br />

intolerancias para evitar o prevenir “males mayores” sociales, políticos o civiles.<br />

¿Cómo respetar el derecho a <strong>la</strong> diferencia cultural y a su vez condenar actos culturales<br />

que impliquen un atentado directo contra los derechos humanos ya sean estos civiles,<br />

sociales o políticos? En este sentido no veo otra salida que desarrol<strong>la</strong>r métodos de<br />

regu<strong>la</strong>ción políticos y jurídicos que fomenten un marco convivencia basado en <strong>la</strong><br />

tolerancia no-indiferente, <strong>la</strong> cual solo puede ser posible en un marco de convivencia<br />

donde se tiene que precisar definitivamente lo que es intolerable tanto entre conflictos<br />

justificables desde cada cultura <strong>hacia</strong> sus miembros como hacía los otros grupos<br />

culturales.<br />

¿Cómo justificar <strong>la</strong> injerencia cultural de un grupo <strong>hacia</strong> otro? ¿Cómo discernir con<br />

justeza <strong>la</strong>s expresiones culturales que no pueden ser toleradas por atentar contra los<br />

derechos humanos de <strong>la</strong>s personas y, a su vez, conseguir que durante el proceso no<br />

seamos guiados de forma subyacente por prejuicios etnocéntricos?<br />

¿Se alcanzará una comprensible, consensuada, tolerada y factible formu<strong>la</strong>ción<br />

universal e inclusiva de Derechos que puedan ser cosmopolitas porque consigan hacer<br />

co-existir los derechos humanos y los derechos culturales de cada grupo cultural?<br />

Como coro<strong>la</strong>rio, nos hacemos entonces una pregunta que se mueve como una avispa<br />

entre los espacios de nuestra propia reflexión: “¿Son los derechos humanos naturales<br />

o artificiales?”. Entonces recuerdo un aforismo de Nietzsche con el que inicia su libro<br />

La Genealogía de <strong>la</strong> Moral: “Nosotros los que conocemos somos desconocidos para<br />

nosotros mismos”. Entonces, concluimos como respuesta p<strong>la</strong>usible que conforme<br />

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