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nayagua

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11<br />

manuel del río<br />

En 1957 José Hierro leyó en un periódico de Santander la esquela de Manuel del<br />

Río, un amigo suyo de juventud que tuvo que emigrar a América para ganarse<br />

la vida y murió unos años después en un accidente en Nueva Jersey. Aquello le<br />

impresionó muchísimo y escribió “Réquiem”, uno de sus poemas más conocidos.<br />

Años después completó su homenaje visitando D’Agostino Funeral Home<br />

acompañado de José Olivio Jiménez y Dionisio Cañas. Supongo que hablaría de<br />

Manuel y sentiría que se había vengado del tiempo; aunque llegase tarde pudo<br />

acompañar a Manuel en la soledad del desterrado. O al menos a su recuerdo.<br />

Durante años guardó la esquela recortada del periódico a la que se sumó después<br />

el recordatorio que aquel 11 de mayo repartieron en D’Agostino. Esas dos piezas,<br />

que pertenecen a los tesoros que guarda esta Fundación y que ven por primera<br />

vez la luz, forman parte de la historia literaria de este país.<br />

Hoy, sin vuelo en el verso, pueden ver lo mismo que él vio hace casi sesenta años.<br />

Y pensar como hizo él en Manuel y en todas aquellas personas que han tenido que<br />

irse para existir, para dejar de ser invisibles y luchar contra el hambre, el frío, la<br />

indignidad. Muchos, como Manuel, morirán solos.<br />

Es un milagro que Nayagua pueda convertirse en el motivo por el que alguien<br />

escriba al otro lado del mundo. Porque tal vez Lupe Grande, Nacho Miranda,<br />

Menchu Gutiérrez, Lucía Boscá, Oriana Méndez u Orlando González Esteva, por<br />

nombrar algunos entre los sobresalientes autores y autoras que conforman este<br />

número, sean el motivo de otro poema. Es fascinante pensar que nuestra labor es<br />

hacer Historia y que dentro de muchos años, puede que alguien saque un recorte<br />

—tal vez un holograma— y muestre, si es que no está ya todo mostrado, aquel<br />

número 23 de Nayagua que fue el motivo de un poema capaz de conmover a miles<br />

de personas durante décadas.<br />

Entonces tal vez otra nieta que no soy yo, quién sabe si tal vez también la mía,<br />

se sienta tan orgullosa como lo estoy de haber formado parte de este proyecto, de<br />

defender el nombre de José Hierro y de seguir haciendo de la Fundación ese lugar<br />

donde permanecer para siempre por muy solo que se muera.<br />

Tacha Romero<br />

D i r e c to r a de la Fundación Centro de Poesía José Hierro

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