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nayagua

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p. 19<br />

“nosotros los urgentes”<br />

donde acaba con ese verso que dice: “somos un vaso minúsculo”<br />

p. 22<br />

donde ya el título lo reza: somos ese palíndromo tono del ser. somos un<br />

sendero poblado de pérdidas.... y todo seguido de nuestra propia condena,<br />

nuestra cadena perpetua: “condenados a ser / marea / de por vida”<br />

(p. 24) para ser “soy, / amor, / todas / las mujeres / que has amado /<br />

alguna vez”. (p. 26).<br />

208<br />

y de estos somos nacen hijos “como dudas” (p. 27), pero también se cocinan palabras<br />

en los cuencos de la duda. y así, entre dudas, yoes y túes, discurre la poeta<br />

sus parajes cósmicos. entonces vuelvo al término dasein, vuelvo al ser-en-el-mundo,<br />

y pienso: qué bello concebir el ser como esa primera “mujer minúscula” (p. 31)<br />

que emana de aquella Lilith que es todas las “mujeres en ciernes” nacidas de una<br />

niña, una niña llena. una Lena llena. una luna llena. y a través de esas dos manos<br />

pequeñas, la autora nos propone un libro con dos paisajes diferentes. dos mundos.<br />

el de puertas para dentro, que es la cotidianidad de los días, y el de puertas<br />

para afuera, aquel que habla de la crudeza de las calles, de esa sociedad hipócrita<br />

en la que andamos abandonados a su azar, como en el verso “y si el día por azar<br />

sobreviviera hoy” (p. 31). abandonados al azar de continuar vivos. desde la mirada<br />

baja de un niño. mirada que está a la altura de nuestra ya madurada cintura.<br />

un niño como el primer hombre del mundo. un Darío que “guarda desiertos en<br />

sus zapatos” (p. 34).<br />

la existencia humana es intrínsecamente dolorosa. esto es tan cierto como cierto<br />

es que todos llevamos esa sombra tan sombría de la que hablaba Olga Orozco:<br />

“cualquier hombre es la versión en sombras de un gran rey herido en su costado”<br />

(p. 33). y esta existencia dolorosa, este rey herido, estas sombras, Emilia las contrarrestra<br />

creando poemas que le son dictados por otros. poemas dictados por<br />

el primer hombre-Darío y la primera mujer-Lilith en el cuerpo aún de arcilla de<br />

Lena. y hay tantos poemas que despuntan de esta estirpe, que ésa y no otra es<br />

la grandilocuencia de la autora, saber mezclar la sociedad actual con el belloasis<br />

que otros han plantado en su techo, hasta que “al acabar el día”, parafraseando a<br />

la autora, “cae el telón sobre la jungla” (p. 47). como si la autora, reaccionariamente,<br />

sintiera que la sociedad sufriera un exceso de sentido, y a la vez nos diera la<br />

sensación de que le falta un Sentido con mayúsculas, nunca mejor dicho, por eso<br />

ella reclama minuscularidades. minuscularidades en las que coexisten, insisto,<br />

dos Emilias, la íntima, que intima con y desde su vida propia, y la social, que se<br />

socializa y sociabiliza con un mundo roto que será futurálgicamente habitado

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