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nayagua

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tiempo, una copa de celebración. Por esta razón, se impone un doble ramal, por<br />

un lado, la palabra como desapego y recogimiento, vista desde lo escéptico y desde<br />

lo crédulo; por otro, la cuestión identitaria observada a la manera de acción<br />

que nos construye y nos destruye. El signo lingüístico se convierte en remiendo,<br />

en hilo de coser de lo nominal, “esa palabra más alta que el lenguaje”.<br />

Además de estos elementos nucleares tenemos otras capas poemáticas que<br />

hacen la palabra más cercana, más visible, más despachada. Uno de esos mantos<br />

se refleja en numerosos poemas a través del espacio como tela sensorial y también<br />

de la enseñanza del “no-lugar” por medio de una transformación incesante.<br />

En su ahondamiento por la palabra poética, Hora rasante (1997) presenta un<br />

acercamiento a la realidad más inmediata y propia con el fin de cuestionarla. Así lo<br />

observamos en poemas como “Corrección” en donde se expone, desde lo sociológico,<br />

una lección de vida: “Vivir /—me digo mientras vuelvo una vez más— / será<br />

sobreponerse y corregir / ese texto que aún no escrito”. Esta reforma de la escritura<br />

da paso a otra instrucción: la muerte como aprendizaje del No. De esta manera, las<br />

formas inmediatas se hacen más precisas y la conciencia toma nota de su finitud. El<br />

efecto de todos estos engarces ya lo explicó Víctor García de la Concha: “la captación<br />

del instante y la potencia reveladora de la palabra asociada a la luz” (esa lucha<br />

por cuestionar el lenguaje y al mismo tiempo, por elevarlo).<br />

La fluctuación de esta poesía rasante se traslada en 2002 a El pozo, penúltima<br />

de las obras editadas por Juan Malpartida, y que se escora más hacia lo sensitivo.<br />

Este hecho enlaza y aumenta el gusto por lo imaginario y lo simbólico. De un modo<br />

más concreto se reúne la presencia del mar con toda su tradición. Sin embargo, ese<br />

afuera se manifiesta asimismo como un adentro, lo autobiográfico es el mar con<br />

el juego de su tiempo, con sus fragmentos espumosos… Lo dicho es lo vivido y<br />

lo vivido, lo amado. Esta unidad deja paso a la otredad mediante la máscara del<br />

personaje, por ejemplo en “Cordialmente suyo (Fernando Pessoa)”, “Décimas de<br />

Fiebre (Guillermo Ventadour)” o “Sin semejantes (Un actor)”; poema que revelan<br />

su tendencia al monólogo dramático, a buscar los otros de sí mismo.<br />

Diez años tardará en volver a la creación poética, esta vez con A un mar futuro,<br />

última entrega y cierre de esta recopilación. Los límites que encierran este libro se<br />

manifiestan en aquello que apuntó Octavio Paz de su poesía: “el cuerpo piensa,<br />

el pensamiento encarna”. Además estamos en la presencia de lo intergénerico, de<br />

la tensión entre lo breve (el haiku) y lo extenso (el poema en prosa), como reflejo<br />

del propio mar y de la propia creación. Lo esencial y lo sinuoso. En fin, una poesía<br />

“capaz de expresar las dimensiones irregulares de la vida”.<br />

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