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nayagua

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Fernández (Ángel María, en Manzanas traigo) tiene mucho de Rodríguez (Claudio). Incluso<br />

cuando se atreve con la prosa, como sucede en las dos últimas partes/olas del poemario.<br />

Pero el acierto rítmico nunca llega separado de: y aunque se caiga en el placer de releer<br />

Seis olas como escuelita musical, el modo en que estos poemas (nos) deceleran, remontan,<br />

frenan, alientan, desalientan, sortean, pareciera fruto tanto de una inmersión en el río lento<br />

de las palabras (“ríos lentos como una tradición / que va cayendo en el olvido”) como de<br />

una incursión en “la lengua de la sombra”, que el autor matiza al final del epílogo conversado:<br />

“… con ella y con ritmos sin censura izar al lector hasta ‘el árbol que es, que hubo de<br />

ser’; quiero decir recomponer la entereza, otrora hecha pedazos, de un ilunga” (del tshiluba,<br />

hablado en el sudeste de la República Democrática del Congo, alude a “la persona<br />

capaz de perdonar un abuso u ofensa por primera vez, de tolerarlo una segunda vez, pero<br />

nunca una tercera”). Recomponer. Ya estamos en la cosa epistemológica, de eso que anda<br />

roto, desunido, desligado, …¿desconocido? Sin olvidar aquello que, ignorantes o no tanto,<br />

andamos destrozando, tanto en naturaleza como en las relaciones personales: no en vano<br />

en las dos primeras partes/olas pueden leerse certeros cantos de un ecologista poeta, cuyo<br />

interés/destreza en horticultura agroecológica y bioconstrucción va en aumento: “Hospital<br />

de bosque”, “monólogo del senderista”. Y de hecho la segunda, “De cómo están los<br />

árboles en los sueños”, se inspira en las frecuentes visitas del autor al Valle del Jerte.<br />

Y tampoco en vano ni de rositas nos vamos al entrar en las otras dos partes, en el sufijo -or<br />

del libro (“La separación de un cuerpo y otro cuerpo a semejanza del desgarro de un abdomen<br />

cuando inyectan su lealtad y su suicidio las abejas”). Claridad que no desdeña el dolor<br />

ni el horror en las olas tercera y cuarta. Y a hechos parecen remitirse: En Mob se desarrolla<br />

la vivencia que procede del vocablo mobbing, dentro del entorno laboral o familiar. Vendado<br />

que me has vendido se atreve con poemas que al tiempo parecieran de amor y desamor, en los<br />

que destacan la variedad de juegos y distancias del sujeto lírico; si antes se había atrevido a<br />

pensar dentro del poema, con naturalidad y cierto pudor, a duplicarse sin llegar al desdoblamiento,<br />

aquí ironiza desde una conciencia de lo urbano y postheroico.<br />

Desde su título el libro promete seis olas y sólo otorga cuatro, como si después de la<br />

frecuente hondura, altura y amplitud, se anunciara un deseo de oleaje, de obra en marcha y<br />

sin descanso, y todo lo que se deja escrito fuera incesante, aperitivo de una obra poética que<br />

se ofrece también como preludio a los libros que vendrán, porque aquí hay mucho poeta.<br />

Eva Chinchilla<br />

Hablar en sueños<br />

fernando de las heras<br />

Mérida (Badajoz), de la luna libros, colección Luna de Poniente, 2015<br />

O soñar hablando<br />

Los sueños nunca fueron fáciles, dentro te puede pasar cualquier cosa, por eso, nada mejor<br />

que el poeta que inventa una cerradura. “No hay más verdad // que esta urgencia de sueño<br />

que nos rodea”, escribe Fernando de las Heras, pleno de razón, en la faena de convertir la<br />

mirilla en gran ventanal. Y se adentra el poeta en los sueños, como el viajero por las calles

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