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nayagua

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porque reconoce la minuscularidad del ser humano, del ser ser frente a lo desmesurado<br />

que hay en las expectativas del ser humano, del ser-en-el-mundo. eso sí, sin<br />

dejar de oír nuestra / su palabra: “ojalá alguien me oiga”, diría Darío. ésta y no otra<br />

es la minuscularidad de la lectura. lectura a contraluz con contornos imprecisos.<br />

lectura para salir a la fracasada intemperie. porque aquí se trata de eso, “se trata de<br />

salir a la intemperie”, decía Pedro Provencio en el prólogo que decía Emilia Conejo<br />

en el libro. pero en esa intemperie ¿se puede conocer la noche? ¿se puede conocer<br />

la noche a los cuatro años? ¿a los veinte? ¿conocemos la noche? ¿de dentro afuera<br />

de dentro afuera de afuera adentro? madurar madurar madurar. este libro es un<br />

árbol de hoja caduca. en él todo madura. toda hoja madura. maduran sus entes. sus<br />

pequeños protagonistas. todo bajo el mismo techo. un debajo de otro debajo de otro.<br />

un techo que no es mayúsculo sino minúsculo, porque aquí todo menos es nada<br />

más que eso. un adiós a las mayúsculas. un bienvenidas las miradas desde abajo. las<br />

puras e incólumes miradas porque este libro está escrito con las dos manos a la altura<br />

de un niño. de una niña. a la altura del riñón. un riñón que acuna lo incunable.<br />

es entonces cuando se da la vuelta el libro y me pregunta: ¿en qué momento<br />

de nuestra ya madura vida nos hablaron de esas minuscularidades que no tardarían<br />

en llegar? ¿en qué momento perdimos ese paso doble que dan los niños que<br />

desayunan precipicios de vocablos? éste es un libro que va de dentroafuera. del<br />

yo minúsculo al palíndromo somos tantas veces enunciado en este libro, un ser<br />

mayúsculo que parchea los agujeros de la existencia a través de la vida cotidiana<br />

de una casa a los adentros, para no caer en aquel miedo cósmico de la sociedad, esa<br />

casa a las afueras. miedo por cierto, que según el filósofo ruso Mijaíl Bajtín, era el<br />

sentimiento de fragilidad y desamparo.<br />

si tenemos en cuenta aquella máxima lacaniana que decía que el sentido es la<br />

debilidad mental del hombre, seguido de que fabricamos sentido permanentemente,<br />

el número de veces que aparece el palíndromo del ser en este libro cobra todo<br />

su sentido, nunca mejor dicho, porque ¿cuántas veces aparece este palíndromo en<br />

este corto libro de verso tan libre como un velero suelto el viento? ¿cuántas veces<br />

está esa palabra escrita en el aire? ¿escrita en el cielo? como reza el poema de la<br />

p. 21, en aquel “Escribir cartas al aire con la certeza de que se llevará esos fuegos<br />

de invierno”.<br />

he aquí algunos somos o no somos que nos propone la prolífica mano de la<br />

autora:<br />

p. 15<br />

“somos los iniciados”<br />

p. 16<br />

“somos seres de ozono<br />

somos pocos los que vamos buscando el silencio”<br />

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