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nayagua

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plantea cómo conjugar los diferentes planos poéticos en los que se sumerge esta<br />

nueva aportación. Deja patente la necesidad de encontrar nuevas rutas, de establecer<br />

otros límites, de subvertir el orden original de las cosas. Así es el modo en el que<br />

Mallo ha constituido su obra poética y así debe seguir siendo: un ingente trabajo de<br />

acumulación, de saberes. De aprendizaje al fin y al cabo.<br />

Es lo que podríamos denominar poesía expansiva: el poder del verso para inundar<br />

cada rincón, porque si algo ha defendido Mallo desde que iniciara su trayectoria<br />

es que la poesía —tal y como él la plantea y la entiende— está en cualquier<br />

rincón. Tanto es así, que incluso su obra narrativa y ensayística —desde Postpoesía<br />

(Anagrama, 2009) hasta Limbo (Alfaguara, 2014) pasando por el Proyecto Nocilla o<br />

El Hacedor (de Borges), Remake— puede concebirse como parte de su visión poética,<br />

una visión plural y sin ambajes que se caracteriza por una mezcla de estilos que<br />

impiden adscribirle —encasillarle— en una corriente poética concreta.<br />

Fernández Mallo, más allá de las etiquetas, se mueve bien en los márgenes, allí<br />

donde los colores dejan de ser puros y empiezan a mezclarse, donde las fronteras<br />

se desdibujan como las plataformas petrolíferas en aguas internacionales. Podemos<br />

hablar de renovación o de revolución, pero pocas cosas hay menos revolucionarias<br />

que la palabra revolución. Quizá el término vanguardia podría ajustarse a<br />

su camaleónica manera de entender la poesía. Vanguardia entendida como ruptura<br />

del tradicional modelo poético de dos dimensiones para entrelazar redes e hipervínculos<br />

que alimenten esa orgía discursiva en la que parece habitar.<br />

Que Fernández Mallo es un poeta de riesgo puede sonar tópico, pero no lo es<br />

tanto. La propia estructura del volumen Ya nadie se llamará como yo + Poesía reunida<br />

es toda una declaración de intenciones. Lo habitual en este tipo de compendios es<br />

mantener cierta linealidad temporal, algo que el autor se carga de un plumazo colocando<br />

en primer lugar el último de sus poemarios y, a continuación, el resto de libros<br />

publicados hasta la fecha, ordenados según la fecha de escritura —y no de publicación<br />

como sería habitual—. El porqué de esta decisión cabría preguntárselo al propio<br />

Agustín, pero es plausible que el tono y registros de Ya nadie se llamará como yo sea,<br />

en sí mismo, un compendio de toda su trayectoria: la mezcla de registros, el verso<br />

y la prosa, su iconoclastia postpunk, las referencias tecnológicas y comerciales o la<br />

temática científica, si bien ninguno de estos ingredientes sea definitivo en esta última<br />

entrega —que bebe de todas las anteriores— donde el verso se torna más humano,<br />

despojado de artificios experimentales y donde, además, entronca con la tradición<br />

poética para entablar un diálogo interior, íntimo y renovado, con marcados tintes<br />

autobiográficos.<br />

Cada vez que un autor se enfrenta a sus demonios, a las dudas o las ideas de<br />

futuro o de muerte —si es que se pueden abordar por separado—, es fácil hablar<br />

de madurez, pero no resulta revelador en este caso. Fernández Mallo nunca ha<br />

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