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Como arderá la niebla<br />
sara medina<br />
Madrid, Ediciones Torremozas, 2015<br />
302<br />
Como arderá la niebla, de Sara Medina, es un libro sorprendente. Sorprendente porque, a<br />
pesar de ser su primer poemario, posee una enjundia que muy pocos libros poseen. No se<br />
trata solo de un libro de poemas de amor (o desamor), sino también de una propuesta estética.<br />
Con solo observar el índice (que además es un bonnus track: me entenderán al leerlo)<br />
comprobamos que los textos ofrecen un recorrido temático totalizante, donde la pérdida del<br />
otro llevará a que el yo se reencuentre a sí mismo. El libro, construido como un descenso y<br />
un ascenso —éste condicionado por la pérdida— es el libro de un/una superviviente, un yo<br />
que, habiendo tocado fondo, vuelve a levantarse. Y es la palabra la que lo/la salva.<br />
No quiero decir con esto que los poemas, individualmente, no posean un sentido, que<br />
claro que tienen, sino de que hay una voluntad de estructura, que lleva a que el “todo textual”<br />
(el cuerpo textual) sea un mapa con significado propio: el libro no es entonces cada uno<br />
de sus poemas por separado y, finalmente, la simple sumatoria de los mismos, sino el poema<br />
resultante de la lectura de todos los poemas. Teniendo en cuenta que se trata de un primer<br />
libro, es una característica estética y estilística a tener en cuenta.<br />
Esta voluntad de estructura conlleva una narratividad que subyace a la poética del texto.<br />
Aunque los poemas funcionan desde el simbolismo y lo metafórico, su fragmentación, su<br />
permutación cuenta una historia catastrófica. La poeta, al mismo tiempo que indaga en el<br />
dolor y la supervivencia nos cuenta la historia del dolor y la supervivencia. La representación<br />
del dolor se hace mediante el ocultamiento, como claramente se refleja en el poema “En<br />
ruinas” (p. 16), que también es máscara. Es por ello que muchas veces la comprensión de<br />
los textos solo es total al llegar a su fin; solo al leer el último verso, se sabe lo que el poema<br />
quiere transmitir, como la segunda parte del mismo poema nombrado (p. 17). Antes, en su<br />
génesis, el poema es algo por descubrir, un órgano erógeno que sugiere. Y en su final, sin<br />
explicar, aclara su propia metáfora, tornándose lo insinuado un símbolo que abarca todo el<br />
texto.<br />
Este ocultamiento —significativo y significante— no es más que el reflejo del amor cuando<br />
se extingue. La poeta indaga en esa nada, en ese vacío, que va teniendo diversas interpretaciones,<br />
plasmadas principalmente en dos: un mundo lleno o un mundo lleno de vacío, lo<br />
que nos lleva a la paradoja que envuelve al libro y que se refleja con claridad en los poemas<br />
“De lo exuberante” (p. 40) y “Estampas del vacío” (p. 43).<br />
Esta paradoja tiene su reflejo en el tránsito del texto, que comienza en un adentro inmobilizador,<br />
que lleva hacia un afuera donde se actúa y se rompe con la carencia. Se trata de un<br />
recurso usado con frecuencia, pero Medina, al hacerlo “paulatinamente” a lo largo del discurso,<br />
dentro de su narratividad, logra que el símbolo quede matizado, semioculto, aunque<br />
al mismo tiempo resulte eficaz. Y aunque sabemos que adentro y afuera son lo mismo (“El<br />
hombre que sobrevivió al tsunami”, p. 37), no es menos cierto que cuando se está afuera la<br />
esperanza es mucho mayor que cuando se está adentro (“Del diluvio”, p. 33).<br />
La certeza del libro es que lo terrible está en todas partes, pero aún así vale la pena<br />
vivir (“Fe”, p. 61), porque sobrevivir o volver a vivir no es vivir como se vivía antes de la